miércoles, 4 de abril de 2012

Pigmentocracias Latinoamericanas


Buscando otras obras del autor, llegué por casualidad a este interesante estudio de Edward Telles (con Liza Steele) sobre cómo el color de la piel de las personas ayuda a predecir el nivel de educación que podrán alcanzar en (casi todas) las sociedades latinoamericanas, la nuestra incluída.  Por ello, los autores retoman el concepto de pigmentocracia, acuñado ya en 1944 por el antropólogo chileno Alejandro Lipschultz, que denota jerarquías sociales basadas en la etnia y el color de la piel.
El gráfico que aquí reproduzco muestra la relación entre el color de piel y la escolaridad para 23 países de la región (datos de 2010).  Aunque hay variantes por país, la tendencia descendiente –a piel más oscura, menos años de escolaridad- es similar en casi todos ellos, a excepción de Panamá, Honduras y Costa Rica, donde la curva toma la forma de una U,  y, especialmente Guyana y Belice, donde el patrón es bien diferente.
Cuando los resultados fueron controlados por otros factores como clase social, género y residencia urbana/rural  la relación color de la piel – nivel de educación continuó siendo significativa. (Este cruce sólo fue posible para 8 países, Bolivia, Brasil, Colombia, Dominicana, Ecuador, Guatemala, México y Perú),
Quizás lo más interesante del trabajo es que trabaja con una paleta de 11 colores de piel –que no se muestra al entrevistado-  y que el entrevistador utiliza para clasificarlo. A diferencia de los censos, que se basan en autoidentificaciones aquí el criterio de clasificación es externo al individuo que responde. Las críticas, a mi modo de ver acertadas, que los autores hacen a la relevancia dudosa de las auto-identificaciones son que: a) personas de fenotipos muy diferente se suelen clasificar como pertenecientes a la misma categoría (pardos, mestizos, o, inclusive, blancos); y b) que la manera en que una persona se autoidentifica no necesariamente coincide con la de quienes interactúan con ella. Una persona puede creer que es “blanca” y ser discriminada porque sus vecinos, empleadores, maestros o la policía piensan que  es “parda” o “negra”. La auto-identificación, entonces, no necesariamente nos dice algo sobre si la persona es víctima del prejuicio social o no. La escala de colores puede resultar controversial, especialmente en ámbitos latinoamericanos, pero es una respuesta interesante a estos problemas.
La investigación utilizó datos del Barómetro de las Americas, Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt (Nashville, Tennessee, EEUU). La medida del color de piel, incorporada durante el 2010 , fue desarrollada y financiada por el Proyecto de Etnicidad y Raza en Ameríca Latina de la Universidad de Princeton (PERLA). La muestra incluyó casi 40000 individuos en los 23 paises, 1410 en toda Argentina.

El estudio se puede bajar, en español, de:

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