viernes, 11 de marzo de 2011

Travesías de Carybé

Carybé con la célebre mãe Senhora, sacerdotisa del terreiro Ilé Axé Opó Afonjá

Perfil / Un argentino en Bahía - ADN La Nación 18 de febrero de 2011
El regreso de Carybé
Por Leonardo Tarifeño

La exposición que la embajada de Brasil presentó en su Espacio Cultural hizo justicia con un notable artista de vida aventurera

A veces, el arte de un creador se confunde con el arte de vivir. No se trata de una regla ni tiene por qué serlo. La gracia en estas cosas es que hay de todo y para todos los gustos. Por ánimo e intereses, los artistas de la vida suelen estar más próximos a la sensibilidad popular. O mejor dicho: forman parte de la sensibilidad popular, a la que expresan con su trabajo. Al menos, ése parece el caso de Héctor Julio Páride Bernabó, alias Carybé, argentino de nacimiento, bahiano por adopción y figura legendaria en la cultura afrobrasileña de los años 50 y 60.
En la Argentina, Carybé tiene mucho de ilustre desconocido; en Brasil, donde vivió desde 1950, integra la Santísima Trinidad de los grandes "narradores" de Bahía, junto con el escritor Jorge Amado y el cantautor Dorival Caymmi. Nació en Lanús, bajo el signo de Acuario, el 7 de febrero de 1911, hijo de un aventurero italiano (Enea) y de una brasileña residente en Posadas (Constantina). En agosto de ese año, la familia se mudó a Génova y, amenazados por la Primera Guerra Mundial, se instalarían primero en Roma y luego en Río de Janeiro. Fue allí, en el grupo de scouts del club Flamengo, donde Bernabó se convertiría en "Carybé", seudónimo que en portugués hace referencia a un tipo de piraña. En 1930, y tras estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, el jovencísimo artista probaría suerte en Buenos Aires e iniciaría un rumbo viajero que no abandonó jamás. En la Argentina colaboró para los diarios Noticias Gráficas y Crítica, ilustró libros (Macumba, de Bernardo Kordon, Juvenilia, de Miguel Cané -por el que obtendría un premio otorgado por la Cámara Argentina del Libro-, y Poesía completa, de Walt Whitman, entre muchos otros) y diseñó el almanaque Esso. Con el dinero de esos trabajos, emprendió un viaje por Uruguay, Bolivia, Brasil y la Argentina, y en el camino se enamoraría de Salta (primero) y de Nancy (después). "Nunca llevaba papel ni lápiz a las ceremonias de candomblé -ha dicho justamente Nancy, su compañera durante 50 años- porque le parecía una falta de respeto."
La "Santisima Trinidad": Pierre Verger, Jorge Amado, Carybé

En esos terreiros de los cultos afrobrasileños es donde Carybé encontró lo más parecido a un hogar (de hecho, moriría en uno, durante una sesión, el 1 de octubre de 1997). Sus dibujos, pinturas y esculturas de orixás, el panteón del candomblé brasileño, fueron de los primeros registros iconográficos de un mundo que hasta entonces crecía entre el secreto y la clandestinidad. Su comprensión del culto fue tal que tiempo más tarde se lo nombraría Obá de Xangô, puesto honorífico del candomblé que comparte, entre otros, con Caymmi y Gilberto Gil.
Su mayor inspiración se la debe al muralismo mexicano (dos de sus mayores obras son los murales que brillan en los aeropuertos de Nueva York y Miami) y al complejo mundo de las deidades afrobrasileñas. Este culto, basado en las acciones, funciona más a través de hechos (hacer collares, bailar hasta entrar en trance) que de la combinación de fe y palabra (el rezo judeocristiano). Todo indica que Carybé puso en práctica esa lección antes, durante y después de su interés por los orixás. Como gran artista de la vida, lo suyo eran el desapego y el paso fulgurante. Ambos rasgos se advierten en una anécdota: cuando, hace años, el dueño de la Galería Belgrano decidió blanquear el mural que Carybé había pintado a cuatro manos con Leopoldo Torres Agüero, él se limitó a decir que "es el dueño, tiene derecho a quitarlo". De donde nadie tiene derecho a borrarlo es de la memoria del arte afrobrasileño, pintado y reconstruido con acento argentino.

Fuentes: