miércoles, 26 de enero de 2011

Carybé, por el antropólogo Hugo Ratier

Asombra que la vida y la obra de Carybé no hayan generado más documentales, libros, o cualquier otro género que ayude a difundirla.
Mucho antes del auge del multiculturalismo y la interculturalidad, su obra plástica ya los anticipaba.
Este viernes, familiares suyos lo recuerdan en una mesa redonda.


Encuentro con Carybé
Por Hugo Ratier

El disertante Hugo Ratier es antropólogo y sobrino de Carybé. Reflexiona ahora sobre la influencia que su tío tuvo en su elección profesional, que no fue fácil. Quiere destacar la forma en que el artista se acercó siempre a lo popular, con una actitud de respeto pero al mismo tiempo de conocimiento profundo. Ambos aspectos son complementarios y uno no se entiende sin el otro. Penetrar la cultura del candomblé, de la capoeira, de los pescadores, de los vaqueros del nordeste brasileño, de las mujeres del meretricio bahiano, no se logra con un acercamiento breve, superficial, centrado solo en el valor estético de las manifestaciones populares, sino que requirió en Carybé un esfuerzo de comprensión, de eso que los antropólogos llamamos observación participante. Compartir la vida de la gente que se quiere estudiar y de ser posible vivirla, hacer las cosas que esa gente hace. Y Carybé aprendió a jugar capoeira, supo de los ritos del candomblé y su significado, participó en mil ceremonias, se mezcló en las fiestas populares de Bahía, vivió años con los indios del chaco argentino. Sin ninguna pretensión de estudio sistemático, solo por el placer de entender a la gente que admiraba. Sin lo cual su arte no hubiera existido. Pintaba capoeira porque la había practicado, porque la entendía y la apreciaba. Solo con el lápiz o el pincel no hubiera logrado la penetración que consiguió. Mirabeau Sampaio lo recordó con gracia e ironía, al decir que antes de Carybé nadie había visto un negro en Bahía, que llegaron con él. Y es en buena medida cierto: la cuestión afrobrasileña no era algo muy popular entre las clases ilustradas de Salvador. El trato que Carybé le dio, el haber arrastrado al mundo ceremonial yoruba a muchos amigos que no habían pisado un terreiro, enalteció la cultura popular bahiana y la extendió a todo el pueblo y en especial a los intelectuales. Esa espesura de conocimiento no es frecuente en un artista plástico convencional.
Por eso el tío me llevó de la mano a conocer y entender el candomblé, me mostró la belleza de la música de la pesca de xareu, el ballet prodigioso de los que empujaban la red, la creatividad de las fiestas bahianas. Me hizo leer también los primeros textos antropológicos de mi vida, los de Arthur Ramos y Edison Carneiro. Me libró así de ser un pésimo abogado para volverme un antropólogo, al menos entusiasmado por el conocimiento de la gente y sus creaciones. Y fue el único de mi familia que me felicitó por haber dejado el derecho por la Ciencia del Hombre.
Era muy crítico también de ciertos antropólogos que estudiaban a los hombres de pueblo como objetos exóticos y distantes. Les reprochaba no tener un acercamiento respetuoso, única forma de arrimarse al misterio de la cultura popular. Ese tipo de antropólogo trato de no ser. Carybé fue y es mi principal maestro en antropología.

Encuentro con Carybé
viernes 28 de enero – 19hs
Auditorio de la Embajada del Brasil
Cerrito 1350 – C.A.B.A
Entrada libre y gratuita

Exposición Carybé
hasta el día 31 de enero de 2011
lu-vi 12-19hs
sab 11-16hs
Espacio Cultural Embajada del Brasil
Arroyo 1142 – C.A.B.A
Entrada libre y gratuita

Agradezco a Eva Lamborghini