martes, 8 de junio de 2010

Los afrodescendientes y el /en el Bicentenario (2)

Por Eva Lamborghini
Fotos: Eva Lamborghini y Cecilia Galera

Como evaluación general, no caben dudas de que los festejos del Bicentenario fueron interesantes, exitosos y, como todos sabemos, contaron con una participación ciudadana masiva. Ahora bien, nos queda la misma pregunta que se hace Viviana Parody, en una entrada anterior de este blog, al ahondar un poco en la representación de la diversidad y preguntarnos –ya ni digamos por la posibilidad de que lo “cultural”/representacional tenga un correlato en la inclusión social- si todos los grupos “diversos” tuvieron iguales condiciones para representarse.
Con respecto al eje que nos convoca en este blog y que particularizó Viviana en la entrada anterior, agregaré unos sencillos comentarios sobre “la/s presencia/s de los colectivos afrodescendientes en el festejo del Bicentenario (oficial)” y las posibilidades de (re)presentarse y visibilizarse frente a una multitud de personas (presentes y/o que lo vieron por los medios) que ignora y desconoce su presencia, trayectorias de vida y también de lucha. A este respecto, lo primero que viene a mi mente son las sensaciones entre las que oscilé cuando circulé por los diferentes espacios del Paseo y observé los distintos espectáculos. A lo largo de esos cinco días, mis sentimientos alternaron guiados por dos pensamientos extremos: “lo afro: estuvo presente” - “lo afro: estuvo ausente”.

Resulta inevitable en este tipo de reflexiones traer a cuento el pensamiento de las elites económicas y políticas del país, en el período de su consolidación como estado- nación, con sus proyectos homogeneizadores y de “blaqueamiento” del “ser nacional”, cuyos efectos aún hoy nos inscriben como sociedad. Si hurgamos un poquito en los festejos del Centenario (1910), saltan a la vista algunas características que nos ayudan a pensar diferencialmente nuestro contexto actual y los festejos del Bicentenario que nos tocaron vivir.
Entre las imágenes hacia adentro y hacia afuera construidas y circuladas en el marco del Centenario, se filtraba la idea de “progreso”: se había alcanzado y se tenía la posibilidad de profundizar el proceso de modernización de las naciones europeas y de Estados Unidos. Argentina se (re)presentaba como un bastión europeo (aunque en calidad de país independiente) en América Latina. En este contexto, para los festejos de Mayo llegaron al país decenas de representantes de naciones “amigas”, siendo fundamental (hay fotos de ello) la visita de la Infanta Isabel de Borbón (tía del rey de España).
Las colectividades extranjeras instalaron sus pabellones y participaron además obsequiando objetos “perdurables”, como el Monumentos de/a los Españoles, y otros grandes monumentos fueron inaugurados, como el del Ejército de los Andes. Se hicieron funciones teatrales de “alta cultura”, y las “bellas artes” tuvieron su lugar. En consonancia con el espíritu de la época se exaltó la industria, el comercio, las obras públicas y las comunicaciones, en congresos y pabellones especialmente armados para ello.


Si hacemos una comparación grosso modo de ambos festejos, con cien años de por medio y mucho agua corrida bajo el puente, resulta muy claro, casi obvio, que los festejos por el Bicentenario denotan cambios en la construcción de las imágenes de la nación argentina.

Hoy atravesamos un momento histórico (que trasciende lo local- nacional) en donde se afianza una narrativa multiculturalista de representación de la nación. Este cambio va de la mano del pasaje de un énfasis en lo “material”, pensemos en los monumentos de antaño, a la mayor valoración de lo “inmaterial” de las expresiones culturales de la gente, su “cultura”, sus comidas, trajes típicos (los estudios de antropología urbana han profundizado sobre estos cambios). No es que el discurso de la industria y el avance tecnológico no estuvieran presentes en los festejos del Bicentenario (de hecho se construyó una especie de pabellón al respecto), pero claramente el verdadero atractivo, y donde se pusieron todas las fichas, fueron los desfiles (más allá del clásico desfile militar) de “colectividades”, de carrozas históricas; los stands de comidas; los espacios dedicados a las provincias que destacaron sus patrimonios naturales y culturales; y los masivos recitales de música popular (principalmente).

La palabra que se pudo respirar fue la de “diversidad” con una clara orientación hacia Latinoamérica.
En el marco de los dos grandes desfiles, hubo presencia de afrodescendientes y africanos y esto no es menor para quienes fueron convocados y estuvieron (o finalmente no) participando de los grandes festejos. Por nuestra parte, espectadores especialmente interesados en analizar la incorporación de la población negra en la narrativa de la nación en los grandes festejos, dado que sabíamos de antemano cuándo y de qué forma iba a haber “algo afro” pudimos, en la medida de lo posible, ver y registrar dicha inclusión. Sin embargo, estas inclusiones no fueron lo suficientemente marcadas, anunciadas, e incluso espectacularizadas, con lo cual, ante el público general (y los medios) pasaron mayormente desapercibidas.

Veamos entonces los dos grandes desfiles; el de la “Integración” de las “Colectividades” (23 de mayo), y el “Artístico- histórico” (25 de mayo). En el primero, los afrodescendientes que desfilaron lo hicieron respondiendo a sus adscripciones nacionales (Bolivia, Brasil, Ecuador, Venezuela, Uruguay; desfilaron también nigerianos bajo la bandera nacional respectiva). De esta manera, las solidaridades que, aunque escasas y/o precarias, existen dentro del “campo afro” de la ciudad se fragmentaron (y así su impacto) al compartimentarse por orígenes nacionales.

En esta línea, los grandes escenarios dedicados a recitales de música contaron, como dice Viviana, con una impresionante impronta afroamericana en lo performático, pero presentada en términos nacionales o bien continentales. La presencia de artistas afrodescendientes como Totó la Momposina y Gilberto Gil, se anunció dentro de los recitales de “homenaje a la música latinoamericana”, incluso Totó se refirió a su música como la música de la gente de Colombia.

En cambio, un cuadro más “afro-diaspórico” que por naciones “dentro” de la nación, fue el que se propuso desde el INADI (bajo el lema que por cuarta vez expresó “Argentina también es afro”). Detrás de esta bandera se sumaron afrodescendientes de la Unión Caboverdiana de Dock Sud y un grupo de residentes africanos (bajo la consigna “El Cincuentenario de los países africanos acompañando el Bicentenario”). Este cuadro salió al final del desfile de las colectividades; lo que puede pensarse de dos formas opuestas: interesante “cierre” o bien, organizados para lo “último”, sumado esto a la eventualidad de la lluvia, que hizo que fuera escasamente presenciado por la gente que aguantó hasta el final, y en plena lluvia, y que no fuera registrado en absoluto por los medios.

De cualquier forma, pone de manifiesto la dificultad de encuadrar a los colectivos “afro” en los términos pensados para las colectividades, que desfilaron siguiendo el orden alfabético correspondiente a cada estado. Ni que decir del problema categorial/clasificatorio que se plantea para los “afro-argentinos” que mencionan, en entradas anteriores, Alejandro Frigerio, Pablo Cirio y que reitera Viviana.


Relacionado con esto último, veamos ahora el desfile “Artístico-histórico” que representó mediante diecinueve escenas la historia nacional. En este gigantesco evento, los afrodescendientes estuvieron representados como “parte” de la nación. La escena que contó con la convocatoria y participación explícita de afrodescendientes (como dice Viviana, actuando de afrodescendientes) fue uno de los primeros cuadros; el correspondiente al Éxodo Jujeño. Hay claras similitudes con el desfile de las Colectividades, en términos de las dificultades de visibilización de los afrodescendientes. La escena del Éxodo Jujeño no tenía la ventaja artística-tecnológica de ser realmente una “carroza” que lograra especial impacto y atracción de los espectadores.
Se puede comparar esto con la otra población subalternizada de la nación, los pueblos originarios, cuya escena atrajo la atención de la gente y de los medios. Porque el número dedicada a los Pueblos Originarios -con nula alusión al hecho de la conquista, cabe resaltar- contó con un despliegue de plumas coloridas –al estilo del “indio” (norte)americano- y de música (entre indígena y electrónica), todo en una gran carroza con escenarios que subían y bajaban. Frente a esta visión espectacularizada (e incluso teniendo en cuenta los problemas de banalización de este tipo de (re)presentaciones) pensemos la escena del Éxodo Jujeño: gente negra caminando entremezclada con mestizos, indígenas y militares (algunos mulatos), todo bajo un cierto alo de penuria propio de una situación de éxodo. Como si fuera poco, los afrodescendientes estaban reunidos a un lado del desfile con lo que, para la gente que estaba del otro lado, fueron básicamente imperceptibles.

Por último, aunque no menos importante, la presencia de afrodescendientes dentro de esta “escena” me lleva a pensar que, tal vez, más allá del acontecimiento histórico en sí, se intentó recrear la matriz poblacional del momento inmediatamente posterior al período colonial (1812). La inclusión dentro de la génesis de la nación es objeto de reconocimiento, a la vez que pone de relieve lo que Frigerio sostiene en diferentes trabajos, esto es; la reproducción de la narrativa dominante de la nación que ubica y mantiene a la población negra en el pasado.

Fotos de los festejos del Centenario. http://masaplus.blogspot.com/2008/10/fotos-viejas-de-buenos-aires.html