viernes, 26 de febrero de 2010

Sobre la naturaleza aromática de la Verdad (2): El perfume de los altares privados

Cuarto de Exú, templo Babá Walter de Oxalá

Comentario del Babá Milton de Xangó, Òséfúnmi ti Bàáyin


Pienso que las flores en los rituales más africanistas tienen mucho más afinidad con el altar católico como epítome de altar. En estas religiones de orisha en la que los altares permanecen ocultos al público -y aún a muchos participantes que no han accedido a ese privilegio de ver, oir y sentir directamente los sacra afroamericanos- el olor que impera no es de flores ni de perfumes en el sentido occidental. Esos son los perfumes públicos, los que se exhiben, los que de alguna manera igualan quitándoles el mote de exóticos y raros que tienen estos cultos. El perfume de los altares privados -los asentamientos del pèji- son diferentes y resultan de una mezcla de hierbas, aceite de palma, miel y sangre de los sacrificios. Cuando uno se acostumbra a este persistente olor de los cuartos de orisha, se da cuenta que la sacralidad no pasa por lo bello o agradable sino por la búsqueda de la reproducción de aquel olor que se le indicó como el característico de un mundo en constante destrucción y reconstrucción. Creo que de eso se trata, de un ritmo vital en el que las cosas no pasan por ser bellas o no sino de que sigan siendo y se reproduzcan constantemente...
Claro que en el acto público que por cierto es una mostración en el sentido más amplio, se busca el impacto de la belleza y la seducción tal como se entienden en Occidente y sin escatimar medios. Ya después los seducidos pasarán inexorablemente por la boca del embudo y entenderán el sentido oculto de los símbolos. O no...