domingo, 31 de enero de 2010

La puerta del infierno

Cuando estuve, hace mucho, en el Musée D'Orsay, en París, no pude dejar de conmoverme frente a la versión en yeso que allí se encuentra de Las Puertas del Infierno, de Rodin -la versión en bronce está en el Museo Rodin (ver abajo).
El modelo para una puerta que nunca llegó a completarse incluye escenas inspiradas en la visión del infierno de Dante (según La Divina Comedia) y en poemas de Las Flores del Mal de Baudelaire.
Un detalle de una foto de imágenes de Pomba Gira que publiqué en la entrada anterior me trajo esta obra a la memoria...

(Puerta del Infierno, detalle)
(doble click en la foto para agrandarla, vale la pena!)

(detalle 2)
La destrucción
(Charles Baudelaire, Las Flores del Mal)
El demonio se agita a mi lado sin cesar;
flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento como quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma, conocedor de mi amor al arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.
Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,
y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!
( Imágenes en santería en Liniers)
Alegoría
(Charles Baudelaire, Las Flores del Mal)
Es hermosa mujer, de buena figura,
que arrastra en el vino su cabellera.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y se embota en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,
y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,
han respetado siempre en su juego salvaje,
de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.
Anda como una diosa y reposa como una sultana;
tiene por el placer una fe mahometana,
y en sus brazos abiertos que llenan sus senos
atrae con la mirada a toda la raza humana.
Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,
necesaria no obstante a la marcha del mundo,
que la belleza del cuerpo es sublime don,
que de toda infamia asegura el perdón.
Ignora el infierno igual que el purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,
mirará de la Muerte el rostro,
como un recién nacido, sin odio ni remordimiento

(La Puerta del Infierno, bronce, Museo Rodin, París)