domingo, 4 de octubre de 2009

Rara, como encendida....


Ayer fuimos con mis amigos y colegas Carlos Hasenbalg y Livio Sansone a ver las celebraciones por la proclamación del tango como patrimonio cultural de la Humanidad. Como suele suceder, llegamos tarde para la milonga, pero alcanzamos a ver a los artistas que tocaban y cantaban. La cantante oriental Malena Muyala –ella solita, alcanza para dar cuenta de la curiosa co-postulación argentino-uruguaya-, Ariel Ardit, el sexteto Vale Tango, Muy lindo. Algo breve, quizás a tono con la austeridad callejera de la cultura macrista. Bastante gente en la calle Boedo, esquina San Juan, aunque un público etariamente algo mayor, para lo que es la actual popularidad del tango. Hernán Lombardi, que a esta altura me asombra por su bajo perfil –otros funcionarios hubieran aprovechado la declaración de patrimonio para hacer más circo personal alrededor del asunto- dijo unas breves palabras. Luego tuvo el buen tino de presentar públicamente a los autores de la presentación ante la UNESCO, quienes, creo, recibieron un aplauso por parte del público algo menor al que merecían.
Como decía, muy lindo todo, casi nos hacía acordar a la a esta altura casi dorada época Ibarrista –cuando uno se quejaba de lleno-. La locutora nos había despedido hasta hoy –domingo- cuando debían cantar la tana Rinaldi y Rubén Rada –para, de nuevo, dar cuenta de la duplicidad argentino-uruguaya, ¿o sería, esta vez, tanguera-candombera?. Allí, algo notable sucede.
Los asistentes comenzamos a “desconcentrar” –para utilizar un término algo policial-, alejándonos del escenario, cuando de repente, una especie de potente y entonadísimo alarido nos paraliza. De los parlantes sale una voz increíble, que parece desgarrarse aullando “Raaaaaaaraa…..” Mi corazón pega un brinco, los pelos de la piel se me erizan. ¿Quién canta tangos con esa voz bellisima ´-y tan familiar- como un torrente de agua que fluye? Continúa: “Como encendida…Te hallé bebiendo, linda y fatal”. Alguien, por si hiciera falta, le explica a su vecino, de Quién era Esa Voz cantando “Los Mareados”. Suena tan potente y tan cercana, que todos nos damos vuelta y miramos al escenario, como si Alguien hubiera resuelto aparecer –rehusándose a dar por terminado el espectáculo. Constatamos con pesar que no hay nadie cantando junto al micrófono aún sin desarmar. Algunos comienzan a aplaudir, y en breve todos lo hacemos, mirando al escenario vacío y celebrando la aparición de La Voz.
Algo mágico se da con la conjunción entre ese tema, Esa Voz, esa gente - ¿quizás ese lugar?- y ese momento. Hay un rato de bella, fugaz común-unión en ese breve y espontáneo homenaje. No puedo evitar emocionarme –es la Argentinidad que se despierta y nos sacude como trapos. Nos damos vuelta y retomamos nuestro caminar, separados pero de alguna manera más juntos. Sin duda algo mejores, por ese rato de fusión en la conciencia colectiva. En pocas horas nos enteramos de que no escucharemos Esa Voz en vivo nunca más.…