lunes, 17 de agosto de 2009

Página 12 se puso Afro

Página 12 de hoy trae dos notas que reflejan lo que ya podríamos denominar actualidad afro.
La primera da cuenta del conflicto de los trabajadores del Centro Cultural Defensa con el Movimiento AfroCultural (ya que no creo que sea al revés), que esperemos se resuelva pronto y bien.
La segunda es una nota sobre la exposición Dueños de la Encrucijada en el Rojas. El artículo tiene algunas imprecisiones (principalmente en el título y en la terminología -igual, el Pompa (Gira) se escucha también en los templos....) pero está muy bien y le da un buen lugar a manifestaciones culturales y religiosas que generalmente no lo tienen.
Quienes aún vieron la muestra, a hacerlo! Está hasta fin de mes.

Movimiento AfroCultural al CCDefensa según Pagina 12

"Todos protestan. El gobierno demoró la respuesta y ahora termina enfrentando a dos sectores necesitados. Imagen: Sandra Cartasso"

Página 12 - Lunes 17 de agosto de 2009. Sociedad.
Macri muda un movimiento afro a un centro cultural que no da abasto
Una mudanza para desentenderse
Cuatro meses después de una intimación judicial, el gobierno porteño trasladará al Movimiento Afro al Centro Cultural Plaza Defensa. Pero allí funcionan numerosas actividades que quedarían dejadas de lado. El gobierno se desentiende de los conflictos que genera.

Desde diciembre de 2008, sobre el Movimiento Afrocultural pendía la amenaza de desalojo y el riesgo cierto de quedar en la calle. Un fallo de la Justicia porteña, hace cuatro meses, dispuso una medida cautelar que ordenaba al Ministerio de Cultura de la ciudad dar un espacio al MA acorde a “la labor cultural que desarrollan”. Con demora, cuatro meses después, la cartera dirigida por Hernán Lombardi resolvió crear el Programa Afrocultural en cogestión con la asociación y ubicar al MA en el edificio Centro Cultural Plaza Defensa del barrio de San Telmo, perteneciente a la órbita del ministerio. Ante esta situación, los trabajadores, artistas y vecinos que dan vida al centro temen por la falta de espacio para sus actividades y consideran la medida “injusta e innecesaria, ya que la instalación de un programa nunca debería anular otro”.
“El proyecto con el Movimiento Afrocultural es el de hacer un gran centro sobre cultura afroamericana en el Plaza Defensa. Hay que ver cómo se van a armonizar con las actividades preexistentes, pero van a estar garantizadas. Si no hubiera lugar en Plaza Defensa se realizará en otros espacios como la Casa de la Cultura, que está a cinco cuadras”, aseguró Lombardi en diálogo con Página/12 y adelantó que “la mudanza” comenzaría esta semana.
“¿Es necesario?”, se preguntó el coordinador del centro cultural porteño, Fernando Martín, antes de argumentar que “el ministro –por Lombardi– tiene la responsabilidad de preservar los espacios culturales y lo que hace es reasignar un lugar que brinda actividades públicas y gratuitas de las que participan vecinos, artistas y trabajadores. Así, no resuelve un problema sino que genera otro”.
La necesidad de obtener un nuevo espacio donde albergar “el museo de la tortura sufrida por los negros”, la biblioteca, la juegoteca, y las actividades gratuitas de capoeira y candombe que mantienen vivo al llamado “último quilombo urbano de Buenos Aires” se hizo carne cuando en diciembre pasado una orden de desalojo obligó al Movimiento a pensar en dejar el predio ubicado en Herrera 313 que antes de 2000 ocupaba la empresa Solci S A y habían puesto en condiciones para realizar sus actividades.
Para entonces un acuerdo como el propuesto en la resolución 1803 era impensable, ya que el Gobierno porteño no respondía a los reclamos de reubicación del Afrocultural. De hecho, el bloque del PRO se opuso a un proyecto presentado por Diana Maffia en la Legislatura porteña para que se le cedan al movimiento uno de los 10 edificios en desuso que los mismos integrantes de la asociación habían relevado a pie o en bici.
En abril, el conflicto llegó al punto en el que el juez en lo Civil Juan Lima ordenó a los ministros de Desarrollo Económico y de Cultura a conseguir un inmueble “al sur de la ciudad” que “se adecue a las características de la labor cultural” para “garantizar los derechos aparentemente comprometidos”, entre los que la deuda habitacional continúa pendiente (ver aparte).
Vencido el plazo de la Justicia, la respuesta de Cultura llegó con la resolución, a la que desde el centro cultural de San Telmo consideran “un avasallamiento contra el espacio y contra las actividades que allí desarrollan”, dijo Martín. En el lugar ya se realizan muchas actividades. Cada año que se organizan espectáculos a la gorra se juntan centenares de artistas; también se reúnen multitudes de vecinos (unos 60 mil visitan anualmente jornadas de debate y muestras plásticas, fotográficas y de cine). De los doce trabajadores del centro cultural sólo uno pertenece a la planta del ministerio, lo que aseguraría en un solo caso el mantenimiento del puesto de trabajo aunque el espacio pase a ser cogestionado por la asociación. Según Lombardi, el puesto de trabajo se les mantendría a todos.
La posibilidad que maneja el ministro de “armonizar” las actividades son difíciles de llevar a cabo ya que los integrantes del Movimiento Afro aseguran que el trabajo social y cultural de integración es de 24 horas.
“El Estado nos otorga este espacio porque agotamos todas las posibilidades y llegamos a la medida cautelar. Venimos resistiendo muchos años de postergación. No tenemos intención de perjudicar a los trabajadores del Plaza Defensa, pero es el único espacio que conseguimos para preservar nuestra cultura y sería un genocidio cultural no poder continuar”, resumió Diego Bonga, representante del movimiento afro.
Informe: Nahuel Lag.

Con un techo todo es mejor

Para el Movimiento Afrocultural lo primordial es mantener vivas las actividades culturales de sus antepasados que echaron raíces en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires desde el tiempo de la colonización porque “sobreviviendo desde la cultura hacemos valer nuestros derechos”, dijo Diego Bonga, representante del MA. Pero cuando dejen atrás el predio de Herrera 313, perderán el espacio que hace 10 años alberga no sólo todas sus actividades sino también a 60 abuelos, abuelas, madres y niños y es la esencia del “último quilombo urbano de la ciudad de Buenos Aires”, agregó Bonga.
El espacio que el Ministerio de Cultura le otorgó al movimiento permitirá continuar difundiendo y recuperando su cultura, pero la imposibilidad de vivir en el lugar romperá con su tradición de que la vida y las prácticas culturales son un hacer conjunto.
El primer lugar que el Gobierno porteño había ofrecido al Movimiento para mudarse era en Puente Alsina, donde contaba con el lugar necesario para que vida y cultura convivieran. Pero desde la asociación cuestionaron esa medida, ya que allí “existía un gravísmo problema de contaminación que perjudicaría a nuestros niños y abuelos”, explicaron mediante una carta abierta.
Por ahora, la medida cautelar dio respuestas para conservar la actividad cultural pero el movimiento continuará trabajando para que la sentencia definitiva dé solución habitacional a sus integrantes. Mientras tanto, “ante el problema de la situación habitacional, nos acercamos al Inadi para pedir que intervengan en el pedido de subsidios y la reubicación de las familias”, explicó Bonga. De esa manera, las 60 personas que tenían su hogar en el predio abandonado por la empresa Solci accederían a un programa de asistencia habitacional del gobierno nacional dentro de dos semanas, cuando la medida de desalojo dictada en diciembre del año pasado se haga efectiva.

Dueños de la Encrucijada en Página 12

(Foto: Bernardino Avila)
Página 12. Lunes, 17 de agosto de 2009. Cultura y Espectáculos.
La artesanía como ejemplo de cultura
Interesado en la ritualidad del culto africanista de la kimbanda, Juan Batalla juntó obras de varios artistas argentinos y uruguayos en una exhibición que mira más allá de los cánones habituales del arte y que complementa un libro de Arte Brujo.

Hablar de lo instituido no es referirse necesariamente a las instituciones que muchos discursos implícitamente señalan como únicas, las tradicionales, que son entre las que se tejen las relaciones de poder, mas tampoco a las secundadas por la Modernidad. Lo latente es, en realidad, el reconocimiento de los individuos sobre un conjunto de prácticas que tiene más o menos ciertas características propias. En una galería de arte, por ejemplo, se esperan hallar obras de arte, sean pinturas, esculturas, fotografías o –desde Marcel Duchamp– mingitorios. Pero nadie se pondría a contemplar con verdadero ojo crítico un Gauchito Gil en una santería de San Telmo. Entra aquí la irresuelta discusión del tope que tienen las llamadas artesanías: una estatuilla, rodeada de tantas otras, si no iguales, parecidas, no es considerada una producción artística ad hoc. ¿Pero qué sucedería si a alguien se le ocurriese hacer una exposición en la que ese Gauchito estuviera a la par de una escultura? Combinando esa inquietud y su interés por la ritualidad del culto africanista de la kimbanda, Juan Batalla juntó obras de varios artistas argentinos y uruguayos en Dueños de la encrucijada, estéticas de Exú y Pompa Gira en el Río de la Plata, que se exhibirá hasta el 30 de agosto en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Av. Corrientes 2038) de lunes a sábados de 8 a 20, con entrada libre y gratuita.
En rigor, la muestra es el corolario del libro epónimo publicado el año pasado por la editorial Arte Brujo, que Batalla y el artista plástico Dany Barreto dirigen hace seis. “La intención no es ironizar sobre los cultos africanistas ni ninguna religión popular. La idea es mostrar arte donde otros no la ven. Muchos de los mismos religiosos que fabrican los objetos que están en la muestra no ven el arte que producen sino que lo viven como ritualidad. Entonces, Dueños de la encrucijada pone a esos objetos en situación de arte, en un libro y en la muestra”, explica el curador durante la charla con Página/12, acompañado por Barreto y el fotógrafo Guillermo Srodek Hart, que en la muestra participa con instantáneas de algunos altares de templos kimbanda de Villa Devoto, San Martín y Montevideo. El resto de los artistas que prestaron sus obras a la causa son Marcelo Bordese, Nora Correas, León Ferrari, Angela López Ruiz, Diego Perrotta (cuya muestra personal se exhibe en el Centro Cultural Recoleta), Nico Sara, Melina Scumburdis, Gustavo Tabares, Anabel Vanoni, Margaret Whyte y Guillermo Zabaleta, cada cual bajo la impronta de su estilo, escuela y cercanía a la temática: puestas sus producciones a dialogar, les dan a los pasillos del Rojas un halo entre barroco y kitsch. “Por un lado existen artistas contemporáneos de la Argentina y Uruguay que están dentro de los cultos. Por el otro hay personas que, por algún motivo, se contagiaron de la iconografía y la incorporaron a su trabajo. Y hay unos terceros, que son los que, sin buscarlo específicamente, utilizan la simbología”, puntualiza Batalla, no sin contemplar, claro, las obras de los sacerdotes de algunos de los edificios sagrados que visitaron para escribir el libro: los “fierros”, que un vistazo fugaz confunde con candelabros pero son, en realidad, figuras representativas de los espíritus, y las estatuillas de yeso regulares.
–¿Cómo idearon el paquete literario-plástico que devino en Dueños de la encrucijada?
Juan Batalla: –Tiene que ver con mis intereses personales. Siempre estuve ligado al cruce del arte y la ritualidad, es mi terreno específico. Y en cuanto a la kimbanda y al culto de Exú, es un campo de estudio al que le dediqué años. Cuando observé que había un aspecto de la religiosidad afro que en Uruguay y la Argentina se daba con ciertas características locales, compartidas también con el sur de Brasil, me gustó destacarlo. Queríamos mostrar a los religiosos como artistas que hacen instalaciones, de algún modo.
–¿Qué son Exú y Pompa Gira en el culto de la kimbanda?
Dany Barreto: –Exú y Pompa Gira son dos espíritus de la kimbanda, que proviene del culto africano de la umbanda, pero es más bien una creación del sur de América. Aquí tiene una estética muy particular: los que asisten a los templos se visten de gitanos, cantan en portuñol y con tambores canciones africanas, y entran en trance con Exú y Pompa Gira, que intermedian entre los dioses y los humanos. Por eso se les hacen ceremonias, pedidos y ofrendas.
J. B.: –Se les rinde culto. Están ligados a la transgresión y habitan en los cruces de caminos, en los lugares de conflicto, en los momentos de quiebre. Como son espíritus de personas que vivieron en otros tiempos, se los representa como prostitutas o cafishios, personajes “malos” dentro de una picaresca local.
–Uno de los estigmas que ronda a este culto es la clausura. ¿Cómo se vincularon con los templos y lograron la confianza para observar los rituales y participar de ellos sin restricciones?
D. B.: –Trabajamos siempre en temas vinculados con lo religioso, aparte de hacer otras cosas. Y, por suerte, tenemos muchos amigos antropólogos que nos recomendaron y nos abrieron las puertas de los templos. Ibamos y decíamos: “Venimos de parte de...”, y ya era totalmente distinto. Nos permitieron sacar fotos y nos mostraron mucho más de lo que hubiéramos logrado yendo solos. Claro que si no te conocen se hace muy difícil.
J. B.: –Además les dimos nuestra palabra de que la intención no era ironizar sobre los cultos africanistas, ni sobre ninguna religión popular. La idea es mostrar arte donde otros no la ven.
D. B.: –Hay varios pai (sacerdotes) que sí se dan cuenta de que la ceremonia es totalmente artística, pero hay otros que no la conciben de esa forma. Nosotros lo rescatamos como arte.
Y aquí “rescatar” no es en tanto “robar” ni “pedir prestado”. En su mayoría son obras que remiten a la simbología kimbanda, pero que fueron realizadas por artistas plásticos antes de que el proyecto existiese. Además de las fotos de los altares, algunas de las piezas que componen la muestra son S/T, acrílico sobre tela realizado por Nico Sara, que muestra una mano haciendo cuernitos con los dedos índice y meñique, como hacen los religiosos de la kimbanda durante el trance de los bailes; Quién la tiene más larga, un enorme y llamativo monumento fálico de cera y acero inoxidable realizado por Nora Correas y que es “el eje de la exposición”, cuenta Batalla; una Pompa Gira de yeso policromado, de las que se pueden encontrar en las santerías, que es curiosamente una réplica de la Venus, de Sandro Botticelli, salvo que pintada de rojo, pues “encontraron reflejadas en esa pintura todas las cualidades de la diosa. Es algo así como un ‘sincretismo pop’”, reflexiona Srodek Hart. Infierno es una jaula con santos y diablos realizada por León Ferrari para su serie Ideas para infiernos; y una escultura creada por Dany Barreto, que tomó como modelo a su mascota: “La perra aparece como sagrada, primero porque es La Murciélaga, mi perra (risas)... En realidad, porque siempre me llamó la atención que en culturas antiguas, como la egipcia o la china, adoraran a los animales”.
–¿Cómo son los rituales de los kimbanda? ¿En qué se nota que se trata de un culto que proviene de Africa?
D. B.: –Se nota más en Uruguay, donde hay más negros. Acá no lo veo como algo africano. Es gente de barrio la que participa y no te das cuenta de que es un rito africano. Es como si fueras a la iglesia católica, salvo que con una estética distinta. Yo estudiaba teatro y empecé a ver las ceremonias como obras, porque tienen música, escenografía, vestuario y es un ritual perfecto. Después me enganché un poco más y empecé a hacer consultas: si de repente tenía un problema, hablaba con el pai que quisiera, con naturalidad y respeto. Hay mucha gente que es de otra religión, pero la compatibiliza con ésta.
J. B.: –Existe la magia y eso es una diferencia con otras religiones. Para los kimbanda, el deseo está bien visto, está expresando algo de tu interior y está bien que se manifieste. Y recurren a la magia para que ese deseo suceda en la Tierra.
–Ellos lo llamarán magia, pero desde otros sectores insisten en que es brujería...
J. B.: –Eso le da un halo de oscuridad. También persiste el prejuicio cultural y racial con respecto a la negritud y los estereotipos de inferioridad.
D. B.: –Usan muchas ofrendas de comida, ropa y velas, que nosotros vemos súper artísticas: son como instalaciones en la esquina. Lo que pasa es que la gente se cruza con un plato con pochoclos y una vela roja y ya piensa que es magia negra, aunque en realidad no sea más que una ofrenda por un pedido de trabajo o salud. Lo que sucede es que no están acostumbrados a verlo dentro de esos márgenes.
Informe: Facundo Gari.