viernes, 17 de julio de 2009

Los Exús y el policía

Tem polícia na porta do cabaret !” dijo el Exú Tranca Ruas dueño de casa… “Quem tem medo fica aquí, quem nao tem vá la fora na porteira...” Enseguida, todos los Exús y Pomba Giras salieron, en fila, hacia la puerta de calle del templo en el cual se celebraba la fiesta anual de quien había lanzado el desafío. A los pocos minutos los seguí, algo preocupado –la visita policial a un templo de umbanda no suele una buena noticia. Ví algunos Exús –con sombreros y largas capas negras- y Pomba Giras, de largos y escotados vestidos negros y rojos, volviendo de la calle en la cual estaba estacionada una camioneta policial. En el patio, entre la puerta de calle y la entrada al templo del pai Walter de Oxalá –que está detrás de una casa en un barrio del conurbano bonaerense a unas veinte cuadras de la General Paz- había un segundo policía, rodeado de otro grupo de Exús y Pombas Giras que habían ido a saludarlo e intentaban explicarle que lo que transcurría allí era una fiesta religiosa. Todo esto frente al altar de Exú, que tenía la puerta abierta y todas las imágenes, asentamientos y las ofrendas del ebó realizado el día anterior a la vista.

Pensé que quizás no era el mejor lugar para que el policía “entendiera” lo que estaba sucediendo y que los saludos a la usanza tradicional (con recíprocos besos de mano) y el portugués de las entidades tampoco iban a ayudar mucho. El policía, sin “la gorra” antipática y un uniforme más moderno, tipo swat, hizo, para mi grata sorpresa, lo imposible por mantener una interacción respetuosa y educada con sus sin duda poco comunes anfitriones. En la mano llevaba una botella de whisky y unas flores que éstos le habían regalado – presentes cargados de axé que salían de las ofrendas de la aruanda. Lejos del estereotipo del policía pizzero, los agarraba con algo de vergüenza (inquietud?) como si no quisiera llevarlos pero tampoco rechazarlos.

Los Exús le explicaban que eran espíritus, que él no hablaba con sus materias sino que ellos estaban virados. Un exú le dijo algo así como “estou tao virado que minha materia é uma mulher” –mostrando la radical separación entre su identidad espiritual masculina y la femenina de su cavalo. Una Pomba Gira le explicaba que ellos tenían mucho en común con él, ya que moraban en las rúas que el policía y su compañero transitaban y que ellos lo protegían. Otro exú, por el contrario, lo comparó con Ogum de Ronda, San Jorge, el guerrero guía espiritual de umbanda que anda por las calles: ambos guardianes y su hábitat, le dijo, resultaban importantes en la religión.

El policía, algo confundido por esta rápida lección de conceptos religiosos, rodeado por unas siete entidades que le hablaban todas al mismo tiempo, no atinaba sino a preguntar cosas como “por qué no se saludan con un beso en la cara, como todos?”. Aunque no podía escuchar todas las conversaciones –la simultaneidad hacía que se anularan una a otra- igual me quedé cerca, entre divertido y extrañado. Para alguien que creció con la dictadura militar, quizás lo mas asombroso de la escena era ver un policía humano y respetuoso de costumbres ajenas, que no pidiera documentos, no dijera “negativo” o “circulando” cada cinco minutos.

Me quedé también por si, en algún momento, pasada la confusión del agente bonaerense y su aparentemente buena predisposición inicial, tuviera que chapear (como si pudiera hacerlo) en mi condición de “profesor universitario” e “investigador del CONICET” (alguien sabrá lo que es?) para “certificar” que no estábamos en alguna fiesta de locos o por si fuera preciso dar mi “charla introductoria a la kimbanda en 5 minutos” . Nada de eso fue necesario. Los Exús llevaron al policía al salón de la fiesta, donde lo recibió y saludó el dueño de casa, le dieron un plato lleno de la comida de la fiesta que todos habíamos compartido hacia poco y luego un Exú –el más malandro de los presentes, seguro el que en vida más tiempo había compartido con(tra) la policía lo acompañó a la salida. En todo el tiempo que estuvo, el tipo no realizó ninguna admonición ni dijo una palabra acerca de “ruidos molestos” - motivo que seguramente lo había llevado alli una noche de miércoles a la una de la mañana- ni hizo otra cosa que mostrar (desconcertado y asombrado) respeto por la ceremonia y las entidades con las que hablaba.

En el improbable encuentro entre el guardián de las calles terrenales y sus hasta hace poco desconocidos pares espirituales, entre el celador del orden terrenal y los equilibradores del (des)orden espiritual, esta vez fue el policía quien más me sorprendió.

Fotos: Alejandro Frigerio. Prohibida su reproducción.