martes, 30 de junio de 2009

Dossier Africa en Ñ (2)

Textos e imágenes de Africa
Por Eva Lamborghini (antropóloga)
Quizás el primer punto a destacar sobre el número especial de la Revista Ñ dedicado a África es que no gira en torno a hechos puntuales (generalmente se seleccionan los catastróficos) sino que parece partir de un interés en sí mismo. Realiza un paneo bastante amplio sobre historia y realidades contemporáneas africanas, abarcando temas tan diversos como política, Historia precolonial, colonial y descolonizaciones, diferencias regionales, multilingüismo y política, estados postcoloniales, crisis económicas políticas y sanitarias, genocidio de Ruanda, imaginarios de África (y su plasmación en literatura y cine clásico), el cosmopolitismo según Appiah, experiencias de escritores y pintores europeos en África y el impacto en sus producciones, los modelos explicativos del origen del hombre, debates sobre la esclavitud, y estudios sobre africanos y afrodescendientes en Argentina.
Teniendo en cuenta que se trata de una publicación de divulgación general destinada a un público no especializado en las temáticas tratadas, este dossier cumple por lo tanto, la no sencilla función de informar (en el sentido de que no des-informa como suele suceder). A la vez, un lector un poco más familiarizado con estos temas, se encuentra con la grata sorpresa de que en las diferentes notas (en algunas más que en otras) se refleja un entendimiento de cierta complejidad. Es decir, la edición especial de Ñ no genera una reacción inmediata de indignación ante el desconocimiento, la falta de información, y los abordajes simplistas. Se introducen debates, se discute la historia africana, se intenta una comprensión más compleja, por ejemplo, sobre los “conflictos étnicos” en el África contemporánea. En este logro, es de destacar la amplia consulta a académicos especializados y el propio trabajo de los periodistas.
Sin embargo, siempre es posible (y deseable) miradas críticas. La primera inquietud que se presenta al ojo sensible es el título general, no sólo por el titubeo frente a los calificativos como bien señala Alejandro, de perdido, a ignorado y una coexistencia con el de olvidado, sino por el sustantivo que los antecede: “África/ continente africano”. Claro que sería más interesante, como ya se hace desde un tiempo en las ciencias sociales, partir de “problemas”. Ciertamente no habría un dossier dedicado a aspectos de la cultura occidental, realidades políticas, sociales, culturales que partiera del título, por ejemplo, “Europa, el continente…”. Entrarle o presentar temas africanos a partir del continente como una entidad totalizante, refleja, claro, la distancia (en términos de conocimiento e interés) de nuestra sociedad con respecto a los mismos, el no pensarlos como parte de la historia universal sino como una historia aparte.
Otra inquietud se presenta al observar los títulos de cada nota; mientras que los textos intentan cierta complejidad y profundidad histórica, en los títulos siempre se deslizan palabras como: ignorado, misterioso, sombras, pesadillas, huellas, plagas. Los titulares (sabemos lo importante que son en términos de impacto, muchas veces las personas sólo leen los titulares) subrayan por un lado, la lejanía de los temas, y por otro, la victimización de los africanos, inducen una lectura, una valoración. El lector debe superar (si lo logra) títulos capitales como (el más burdo) “Las plagas de un continente”.
Más inquietante resulta la total falta de adecuación entre los textos y las fotografías o ilustraciones que los acompañan. Sabemos también la importancia de las imágenes para expresar y reforzar estereotipos sociales, aspecto muy presente en este blog por cierto. Si uno observa las ilustraciones del dossier, puede ver cómo cada nota dialoga casi esquizofrénicamente con la imagen seleccionada. Claro que puede pensarse que así funcionan las redacciones de los diarios, que los que seleccionan las imágenes no son los mismos que escriben las notas –ni los que las titulan. Y justamente esto es interesante, los que seleccionan las imágenes representan un imaginario existente.
Con las mejores intenciones, seguramente, lo más “subversivo” (en términos de ir en contra de imágenes estereotipadas) parece mostrar coexistencias entre lo “tradicional” y lo “moderno”. Estas imágenes más que rupturas de estereotipos fijan uno relacionado con el anacronismo. No sólo no sugieren la construcción de la etnicidad, sino que en cuanto a lo “moderno” se reducen a mostrar lo que serían los aspectos “benéficos” del “progreso” capitalista. Tal vez esto sea realmente revelador para un público cuya única imagen sea la del “guerrero” o “niño” masai, sin elementos como antenas satelitales o grabadores, pero ¿por qué no fotos de ciudades, de personajes políticos, de pensadores, y artistas influyentes (salvo los recuadros de los ganadores de premios Nóbel)?.
El epígrafe más interesante cita las palabras de Sergio Galiana: “Inventiva y supervivencia. Con estas estrategias y sobreponiéndose a un pasado de esclavismo y colonización, los pueblos africanos intentan construir sociedades con identidad propia”. Otra vez, uno podría pensar que este epígrafe está acompañado por una foto que le hace justicia, ¿por qué, en cambio una enorme foto de manos negras agarrando una reja? En esta misma línea, la introducción al debate nada simple como la participación de ciertos sectores africanos en la esclavitud y la trata atlántica de esclavos está acompañada por un cuadro (pintado en base a la imaginación) en el que se ve a europeos “cazando” africanos en las costas de algún lugar impreciso.
Nunca está de más subrayar la necesidad de acercarse a los temas africanos y afroamericanos con un foco en la agencia de los actores, en su protagonismo y en la forma en la que han pensado sus propios problemas, como siempre marca Marisa Pineau. En esta dirección es importante que figure la postura de Waberi sobre las implicancias del “afro- pesimismo”, que más allá de las buenas intenciones se sigue reforzando: África como el lugar de la tragedia y la pasividad de los africanos frente a la misma. De esta manera, uno puede preguntarse porqué la nota sobre el genocidio de Ruanda se centra en el Tribunal Penal Internacional de la ONU y hace caso omiso de los procesos de justicia internos como los Tribunales Gacacas.
Por último, algunas reflexiones sobre la última nota, la de los estudios académicos en Argentina. Puede pensarse que el espacio que se le dedica al ámbito argentino es reducido en comparación con el resto de las notas. Tal vez esto tiene que ver con que, en el mejor de los casos, el interés pase por algo que sucede lejos, con lo que nada tenemos que ver como sociedad. Temas extranjeros, cuyos problemas no nos preocupan en el sentido de vernos implicados o comprometidos. En Argentina, desde hace décadas distintas agrupaciones de militantes, acompañados por académicos, vienen realizando esfuerzos para demostrar que lo africano, la afrodescendencia también nos implica como sociedad.
Sería interesante que figurasen también referencias al impacto de las formas expresivas afro en el país, que gozan de una progresiva expansión, y un necesario llamado de atención sobre la existencia (negada desde el sentido común) y las formas del racismo.
Si como sugiere el epígrafe del titular de la tapa, el continente africano “hoy vuelve a mirarse”, sería interesante indagar por qué puede hoy ser motivo de interés como para que esta importante revista le dedique un espacio nada despreciable, ¿por qué estaríamos hablando de un contexto argentino hoy más favorable a que dicho interés se despierte?