lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre el candombe porteño en La Nación (1)

El problema de la raíz: en torno a los imaginarios esencialistas de los “afro”.
Por Nicolás Fernández Bravo
nhicuf@arnet.com.ar
Cuando en el número de Febrero de la revista Quilombo!, Alejandro Frigerio publicó una nota sobre la metáfora del árbol para dar cuenta de las ramificaciones de las religiones africanas en América, señaló adecuadamente los problemas que supone ubicar el tronco y las ramas en un mapa en constante transformación. No obstante – entiendo yo – defendió el uso de esta metáfora más por tener ciertas características pedagógicas, que por tratarse de un reflejo de la realidad. La primera vez que escuché, yo también, esta metáfora, me pareció engañosa. ¿No escondía una trampa? ¿No habilitaba la emergencia de ciertas ideas sobre la autenticidad y la pureza, esas que tanto le agradan a Robert Mugabe? Si bien todo indica que la sofisticación sobre el debate en torno a la idea de la cultura ha quedado encerrada en los claustros académicos – mientras el poder continúa defendiendo esencias culturalistas con bombardeos, torturas y tanques – es necesario advertir una vez más, sobre los problemas prácticos que resultan de la teoría. De esto, los antropólogos sabemos bastante.
Uno de los motivos por los que le presto tanta atención a la prensa escrita, es porque construye imaginarios. Los imaginarios se nutren del lenguaje cotidiano y, en algunos casos, de citas de expertos – muchas veces manipuladas y sacadas de lugar. No han sido pocas las veces en las que noto que las personas “son habladas” por discursos que les preceden y sobre los cuales desconocen su arquitectura. Es entonces que me pregunto: ¿en qué momento emergen esos discursos? ¿Quién los construye? ¿Cómo se difunden las ideas que luego guían las acciones? Es aquí cuando los comunicadores sociales adquieren relevancia y poder. Nuevamente, me referiré a un ejemplo actual.
Nos encontramos indudablemente ante la re-emergencia de las prácticas culturales y los imaginarios afro en la Argentina: ya nadie puede cuestionarlo. Quienes aún se refieren a la invisibilidad, evidentemente “están mirando otro canal”. Las religiones, el candombe, los comerciantes, los activistas y sus organizaciones, los capoeiristas, los inmigrantes, los músicos, la danza: todos los actores de la diáspora africana han construido la idea de lo afro de un modo vernáculo, en conflicto y sui generis. Los intelectuales también tenemos una cuota importante de responsabilidad en ello, toda vez que muchas de las cosas que se dicen y se hacen, tienen mayor respaldo si se ha leído a fulano o a mengano.
En las notas aparecidas hoy en el diario La Nación parece defenderse la idea de una filogenia de pura cepa argentina negra, que practica una forma del candombe distinta al de Uruguay, forma que no habría desaparecido nunca. El lenguaje esencialista no es casual, dado que es lo que subyace a la necesidad de afirmar tácitamente la pureza (idea que se opone a la de “contaminación”) de la argentinidad de algunos negros. Desde el punto de vista de esas personas argentinas que han sido negadas por la historia, no tengo más que respeto: su lucha y la resistencia – con sus ups and downs – son absolutamente admirables. Pero el libreto teórico que acompaña algunas acciones se encuentra, por decirlo elegantemente, algo añejo. El “rescate” de los sin voz y el “salvataje” de la cultura original para la posteridad (del turismo, probablemente), es una misión propia de los antropólogos nobles de otras épocas, si bien la práctica inventada por la disciplina goza hoy de muy buena salud.
¿Es necesario rivalizar? ¿Afro-uruguayo? ¿Afro-porteño? Si de defender genealogías estrictas se trata, cuando los esclavos llegaron a las costas del Río de la Plata, ni Argentina ni Uruguay se habían inventado. En contextos tan problemáticos como el del campo afro – contextos que muchos conocemos bastante bien – alimentar identificaciones esencialistas puede traer como correlato tensiones de envergadura: competencia por saber quién es más esto o aquello. La competencia no es mala en sí, pero ¿ordenarla en torno a la pureza racial y musicológica? La antropología colonial medía cráneos; ahora parece que es más civilizado medir tambores.
Está muy bien echar luz sobre la historia de los afro-argentinos, una historia negada y ultrajada como pocas, apenas escrita en los márgenes y con fuentes documentales encriptadas. Es necesario señalar que – estadísticas al margen – “afro” no es sinónimo de “extranjero”. Incluso, allí donde sea estratégico, resulta legítimo que las organizaciones exageren el legado histórico en la conformación de nuestra sociedad. Pero sorprende que una terminología propia de la taxonomía botánica y el folklore regionalista se desplacen con tanta libertad hacia el campo de las relaciones socioculturales con el fin de señalar que existen afro-porteños y que practican una forma “típica” del candombe. Hay quienes afirman que los afro-argentinos provienen exclusivamente de una “cepa” esclavista, y que ello los hace diferentes – como consecuencia lógica, tocan el tambor con las dos manos, a diferencia de los uruguayos, que lo hacen acompañados de un palo. Una conjetura igualmente lógica sería: si alguno de los inmigrantes uruguayos tiene descendencia negra con una afro-argentina, ¿su hijo tocaría el tambor con las dos manos o también con un palito? Y si estudiaba ingeniería, ¿dejaría de ser afro?

Sobre el candombe porteño en La Nación (2)

Respuesta de Pablo Cirio:
Hola Nicolás
Pese al fructífero intercambio que tuvimos a raíz de la nota tuya que antes de subirla tuviste la gentiliza de enviarme, y que pensé que ibas a enriquecerla con lo que hablamos, al ver que está sin cambiar una coma, deseo dar mi parte de las cosas, que básicamente es el e-mail que te mandé, aligerado ligeramente ante la necesidad de hacerlo público.
La nota no está mal, aunque no deja de ser lo que es, una nota de verano escrita a partir de un desconocimiento total de tema y por una necesidad laboral en un marco de un tiempo exiguo. A tal punto que cuando la periodista me llamó fue para hacerme una nota sobre candombe (uruguayo), hace unos 15 días, no solo cambió ligeramente de temática, sino que tuvo que aprender un mundo para ella desconocido, desandar prejuicios y falsas ideas, además de cambiar el lugar de la entrevista: del cómodo San Telmo de un domingo con cerveza al lejano Merlo. Y si bien la provincia no es para todos, la verdad que logró sortear todo muy bien (hasta último momento estuvo llamando para preguntarnos detalles, como los banners del video). Pero no me entusiasmo, el periodismo es el periodismo y para mí también hay frases olvidables, empezando por el título: nadie debe rescatar el candombe porteño porque el candombe porteño está vivo y no corre peligro, sólo que se está haciendo público y los afroporteños quieren tener el mayor control posible sobre la cuestión.
Creo que entendiste mal lo de la rivalidad transplatense: este candombe es local, el uruguayo es... uruguayo, allá y acá. Creo que la cosa es simple. Respecto a sus diferencias, no hace falta tildarme de taxonomista folclórico porque tenga la capacidad de síntesis al explicar en dos o tres renglones las variaciones formales entre ambos géneros: a lo simple lo simple, para retruécanos posmodernos plagados de lugares comunes rimbombantes, paso. Creo que la antropología argentina sufre de anorexia descriptiva, so pena de cargar con la cruz positivista.
Quizá, si hubo rivalidad advertida por vos es porque se da, paradójicamente, al revés: por si no lo sabías, en Uruguay mi cabeza ya tiene precio, se me acusa de robarles "su" candombe, como en otra época les robamos el tango, entre otras yerbas, pero no importa, chauvinismo mediante, ese es su problema, no el mío.
Respecto a lo puro e incontaminado... salvo que haya leído mal la nota, en ningún lado nadie dice eso ni defiende ninguna pureza, quizá sea una lectura oblicua tuya cuando hablo de las diferencias (formales y estructurales) que hay entre los candombes de ambas orillas del Plata. Por favor, revisá eso, porque en tu conjetura final el que peca de genetista cultural sos vos.
Mi lema de trabajo es trabajar con la comunidad, no estudiar a la comunidad, eso ya lo sabés. En todo caso, en la nota prima su discurso, el que acaso por primera vez se oye, y eso es, creo, lo más rescatable del artículo: hablan por si mismos. Si pude ser el puente para que La Nación llegue a ellos (volveré sobre ello en otra intervención, para no hacerlo acá tan largo), bueno, es mi trabajo y en todo caso un pequeño honor. En esa lucha, su lucha es mi lucha y no puedo no involucrarme.
Insisto, si esta nota suena a esencialista es a los fines no de mostrar purezas, que obviamente no las hubo ni las hay, pero sí para mostrar las diferencias, que si las hay: no todos los afrodescendientes son negros, no todos los negros en la Argentina son extranjeros, no todo candombe es uruguayo, no todos los argentinos somos blancoeuropeos... Cuando hablo con el común de la gente (y lo más paradójico, con no pocos académicos), luego de estas frases desestructurantes sobre la contemporaneidad de música afroargentina, la necesidad de ver esencias viene del público mismo: primero te dicen “bueno, te creo, y en qué se diferencia un candombe del otro?”. A partir de un punteo de ellas (palo y mano, duelas, etc... cuestiones técnicas al fin, fácilmente observarles), la gente va aprendiendo y si no es porfiada comienza a llamar a las cosas por su nombre: candombe argentino, candombe porteño o con el prefijo afro, como quieran, por un lado, y candombe uruguayo, candombe montevideano, con el prefijo afro, por el otro. Al pan pan…
Volviendo a la nota como sucedáneo de un trabajo de investigación, ahí quizá radica diferencia al ejercer la antropología: trabajo con personas de carne y hueso y trato de que mi trabajo les sirva, "estoy allí”, como decía el viejo Geertz... todo lo demás es literatura. Y la literatura periodística, como decía el también viejo Borges, se lee para el olvido.
PD 1: No sé si advertiste que en el video no se los ve cantando. Fue una decisión de ellos y la periodista, con gran ética, los respetó: hay mucho buitre tanguero revoloteando para hacer CDs. y espectáculos del tango negro con insumos gratis.
PD 2: Respecto al poco aprecio que le tengo a la literatura periodística del tema, ojalá te enteres por ella -aunque lo dudo- de que en Saladas (Corrientes) acaban de matar a garrotazos al director de candombe de san Baltazar. La realidad es la realidad, la prensa la prensa y mi deber es estar allí para dar cuenta de las cosas en sí mismas, no hacer antropología del revistero o, como se dice vulgarmente, ver las cosas por TV. Con esto no pretendo mi redención ni juzgar a nadie, pero al que le quepa el sayo que se lo ponga.

Atte. Pablo Cirio.
pcirio@fibertel.com.ar

Sobre el candombe porteño en La Nación (3)

Comentario (2) de Nicolás Fernández Bravo:
Entiendo que este acotado pero interesante intercambio, contribuye bastante al debate contemporáneo sobre el campo de la diáspora africana en la Argentina, y es necesario agradecer a los que intervienen (Pablo, los blog-lectores y Alejandro, por albergar y administrar el blog). Me parece muy apropiado el formato, porque creo que es en la esfera pública donde se da actualmente lo más rico de las ideas y las acciones: medios de comunicación, plazas, llamadas, rodas, encuentros abiertos, reuniones menos abiertas - pero casi nunca cerradas. Con esto quiero aclarar que estamos discutiendo sobre ideas que nos trascienden tanto a Pablo como a mí, y que esperamos puedan hacer más sofisticado el discurso y las acciones en torno al candombe específicamente, pero también al conjunto de relaciones que lo atraviesan - habitualmente catalogadas como "movida afro", si bien no me agrada del todo el mote. Es muy bueno que los lectores de estas líneas sean los practicantes, los entusiastas, los activistas, los líderes.
Ante todo, es necesario aclarar (si acaso alguien no lo sabe) que Pablo Cirio posee una reconocida trayectoria en materia de musicología específicamente orientada a las prácticas de origen africano en Argentina. No obstante, e invitando a los lectores del blog, a quienes leen la prensa, y a quienes de un modo u otro practican, investigan y consumen manifestaciones culturales afro, propongo considerarnos a todos como actores de estas relaciones: en términos relativos, somos pocos y nos conocemos bastante. Y lo que hacemos o dejamos de hacer influye mucho.
El motivo por el cual consideré enviar mi comentario en su estado original, incluso después de intercambiarlo con Pablo, fue precisamente para distinguir entre sus palabras y las mías. De hecho, me parecen muy ricos sus comentarios y entiendo que ayudan a esclarecer los distintos puntos de vista. Insisto: aunque "es periodismo", creo que la esfera pública ha moldeado y aún moldea los significados y las prácticas de la movida afro de un modo mucho más influyente que la academia. Con esto claramente NO quiero decir que la gente que practica distintas manifestaciones culturales esté influenciada por la prensa unidireccionalmente, sino que su público en buena medida sí lo está, y muchas de estas manifestaciones no serían posibles sin público. En este sentido, la cita de Borges es simpática, pero no se adecúa estrictamente al caso. Claro que la nota no está mal: constituye un avance. Lo cual no supone evitar un ejercicio crítico - para alegría de nuestro "host". Sobre las rivalidades, creo entender perfectamente la voluntad de Pablo y la periodista, al señalar la existencia de una forma del candombe local. Voluntad que comparto plenamente.
Pero está claro que, si del otro lado del Río de la Plata hay interpretaciones antagónicas, las rivalidades existen. Para que haya rivalidades, es necesario que haya al menos dos rivales. Dejando de lado lo específico de las rivalidades – lo cual nos llevaría a considerar, incluso, los cambios en los imaginarios bilaterales como resultado del conflicto con Botnia – me sorprende la necesidad de la rúbrica nacional/local: candombe "argentino/porteño", candombe "uruguayo". A mi entender, se trata de una discusión poco relevante, dado que lo interesante sería considerar al candombe como una práctica rioplatense. Digo: por encontrar una identificación publicitaria que permita expandir su campo de influencia con "marca propia". Y en honor a Quintín Quintana. Pero ¿"nacionalizar" una práctica que las Naciones africanas tuvieron que mantener a escondidas y en contra de las políticas de Estados que querían borrarlas? Desde mi particular manera de hacer uso de la razón, lo encuentro algo ajeno a los principios de la lógica.
Por último, mi punto de vista está orientado explícitamente a señalar los problemas que históricamente se han generado - precisamente - por las rivalidades al interior del campo afro. Dentro de los círculos más acotados entre los que nos movemos, creo que está bastante claro que la discriminación y el racismo no explican por sí sólo ni de manera absoluta, el lugar que ocupan en la esfera pública las manifestaciones culturales, políticas, religiosas, económicas, filosóficas y sociales de origen africano en Argentina. En lo personal, no considero una novedad señalar la existencia del racismo. Eso ya lo sé. Me interesa saber qué mecanismos podemos construir colectivamente para revertir, acaso de un modo más exitoso, esta pesada herencia.
Creo que las organizaciones necesitan seriamente transitar el ejercicio de la autocrítica para que su lucha, que es nuestra, pueda tener mejores resultados. Si excluimos las rivalidades internas (y los discursos que las alimentan) como una parte sustantiva del problema, no veo qué pueda mejorar en el futuro. Y nos encontramos, creo yo, ante una coyuntura bastante auspiciosa. Acaso a un grupo le vaya mejor que a otro, pero si reproducimos rivalidades, el colectivo afro-descendiente probablemente siga ocupando un lugar marginal. Es allí que el rol de las personas que tenemos el tiempo de pensar, escribir, colaborar y poner el cuerpo junto a los afro-descendientes, resulta fundamental. Y se trata de un rol que debe ser ejercido con cierta responsabilidad. Por eso, contribuir a la fragmentación, por mínima que esa contribución sea, creo que "não adianta, não".

Sobre el candombe porteño en La Nación (4)

Comentario (2) de Pablo Cirio:
El candombe porteño: las cosas por su nombre
Agradeciendo la paciencia de Alejandro por este “a dos voces” en su blog (esta será mi última intervención en el tema), me permito contestarte lo más brevemente posible centrándome en tu frase “Sobre las rivalidades [entre uruguayos y argentinos respecto a sus candombes], creo entender perfectamente la voluntad de Pablo (y la periodista) al señalar la existencia de una forma del candombe local, voluntad que comparto plenamente” y cómo empleás el concepto “afrorioplatense”.
Para mi gusto, y como se dice ahora ante casi cualquier frase, “con todo respeto”, me parece que hay mucha teoría y poco trabajo práctico. Más allá de que conozcas o no la teoría de música y te simpatice o no medir tambores, evidentemente desconocés el discurso nativo de los que se autodenominan afroporteños y que practican una música que denominan candombe argentino o sus derivados, como dije. No fue, precisamente, ni mi voluntad ni la de la periodista señalar la existencia de un candombe local, sino la voluntad de los propios actores sociales: ahora ellos son los que tienen la palabra. Se habló mucho de ellos, por ellos, a pesar de ellos, en contra de ellos, a favor de ellos, pero ahora hablaron ellos: a su música la llaman así, cualquier otra denominación es falsa.
Su argumentación: más allá de que su colectivo preceda a la nación argentina y puedan ocasionalmente subsumirse en categorías transnacionales como afroamericanos, muy orgullosamente se definen argentinos y su candombe quieren que se lo llame igual. Su prueba: tanto a nivel sonoro como danzario el candombe de cada orilla del Plata es diferente (no distinto): se toca y se baila de maneras particulares, su simbolismo es diferente, su historia es diferente y su marco de lucha es diferente.
Yendo a lo más práctico: ningún tamborero afroargentino podría tocar en una cuerda uruguaya y viceversa: son lenguajes sonoros diferentes y sólo comparten parte del nombre (candombe) y una parte de su historia (el período de la esclavitud). Casi doscientos años a esta parte en la Argentina y un poco menos en Uruguay, sus identidades nacionales nacieron, crecieron y existen, por lo que tampoco se las pueden ignorar. En este marco, unir no es un sinónimo natural de “vamos a estar mejor” y llamar a las cosas por su nombre “este candombe es mío”, “este candombe es extranjero” es, creo, la manera más eficiente de dar cuenta de una realidad desde la visión de sus cultores.
El desconocimiento de la práctica del candombe porteño en Uruguay, que te comentaba ha llevado a no pocos fanáticos del paisito a ponerle precio a mi cabeza, tuvo ribetes rayanos en lo absurdo: además de acusarme de robarles “su” candombe, me tildaron de “inventor del candombe argentino” (vaya negocio, lo hubiera patentado!!) y de querer llamar al candombe en su versión montevideana (candombe a secas, para los desinformados) que se practica en la Argentina, candombe argentino. Nada más lejos de la realidad. Y para la realidad, como dije en mi otra intervención, la gente de carne y hueso.
Por si quizá no quedó claro cuando hablo de cepas, el único colectivo negro con el que trabajo son los descendientes de los negroafricanos traídos a lo que hoy es nuestro país en el marco del comercio esclavista. Ellos hoy se autodenominan, básicamente, afrodescendientes, afroargentinos, afroporteños, morenos o, simplemente, afros. Para diferenciarse de otros agregados negros del país, como los inmigrantes caboverdianos llegados desde comienzos del siglo XX, también emplean los apelativos “los históricos” y “afrodescendientes del tronco colonial”. Ni pureza ni contaminación: las cosas por su nombre.
Los afroporteños con los que comparto mi investigación advierten que cualquier otra denominación que no contenga la palabra argentino para ellos y sus prácticas, constituye una nueva manera de invisibilización e incluso de extranjerización: no son rioplatenses, son de acá. En musicología tuve y tengo bastantes debates sobre la implementación de la categoría “música afroargentina” para con lo que estudio: unos me dicen “no, es música popular”, “no, es música urbana”, “no, es música folclórica”, “no, es música afrorioplatense”. Para mí, nuevas maneras de no querer hacernos cargo de nuestra tercera raíz. En ese sentido, concuerdo plenamente con mis amigos-informantes y me sumo a llamar a las cosas como ellos quieren llamarlas, por su nombre. Y para cerrar y pasar a otro tema, una antigua cuarteta candombera afroporteña vigente:
Venimos a cantar
un ritmo sin igual,
candombe nacional
que a todos va a gustar.


La Nación, quién te ha visto y quién te ve
El 31 de enero de 1987, el diario La Nación publicó una nota titulada “Proyecto para comedia negra”, anónima en la que las hermanas Carmen y Susana Platero, afroargentinas del tronco colonial, daban cuenta de su agrupación recientemente fundada, el teatro-escuela La Comedia Negra de Buenos Aires, cuyo objetivo era -es- por decirlo brevemente, revalorizar la cultura afroargentina.
En la nota explican que interesaron de su propuesta al por entonces Secretario de Cultura Provincial, el Dr. Félix Luna, a fin de conseguir la financiación necesaria.
Días más tarde salió publicado en el mismo diario y con el título “Comedia Negra en Buenos Aires” (sic), un artículo también anónimo en el que se recenciona la noticia y se explica que si bien la población argentina, especialmente la de la ciudad de Buenos Aires, acusa muy diversos orígenes culturales y raciales (sic), “sin subestimar el valor de la iniciativa y de los aportes culturales que la raza negra trajo al país, deberá evitarse caer en artificios carentes de asidero en nuestra realidad histórica y actual, habida cuenta de que, por muchos motivos bien estudiados por los especialistas, no es la Argentina uno de los ámbitos latinoamericanos donde hayan quedado los mayores rastros de la cultura negra”.
Veintidós años más tarde, La Nación, uno de los diarios más conservadores porteños, necesitó de los irrelevantes afroporteños para hacer una nota y darse lustre de que está actualizado en un conveniente marco transnacional en el que el “efecto Obama” marca nuevas líneas de valores a estimar.
Si a enemigo que huye puente de oro, a enemigo que deja se serlo se le dirige la palabra. La nota que la Comparsa Negros Argentinos de la Asociación Misibamba. Comunidad Afroargentina de Buenos Aires (de la que formo parte) concedió a La Nación del 12 de febrero de 2009 es la respuesta.
Atte. Pablo Cirio
pcirio@fibertel.com.ar

Sobre el candombe porteño en La Nación (5)

Solo tratamos de educar e informar
Mi nombre es Flavia Fernandez soy afroargentina, pertenezco a la Asociación Misibamba, participo en Bakongo y en la comparsa que fue entrevistada por La Nacion. Simplemente quiero contarles una situacion que vivi hace unos dias en un evento organizado por la Unesco, en el cual Bakongo tuvo el agrado de participar.
Esperando que comenzara el evento en una especie de sótano, que se les otorgó a todos los musicos, unos de los presentes, el cual por cuestiones de respeto no voy nombrar, se dirigio a nosotros:
...¿Ustedes son los que cierran hoy?
Yo: si
...Entonces son los que hacen candombe,¿ de donde son ? ¿de uruguay?
Yo: No somos argentinos, la mayoria de zona Oeste.
...Ahhh.. Son de aca, no como el candombe siempre es de alla, pense que no eran argentinos
Yo: Pero nosotros hacemos candombe argentino
... Uy que bueno
Dos minutos despues
... ¿y como es el candombe argentino?
Este ultimo comentario me terminó de mostrar que esta persona (musico que actuaba en este evento minutos antes que nosotros), desconocía por completo la existencia del candombe argentino.
Esta es la situación mas cercana que recuerdo, pero de momentos como estos esta llena mi memoria y la de muchos de nuestra comunidad. No tenemos nada en contra del candombe uruguayo simplemente queremos informar y educar a nuestros pares argentinos para sepan que hay un candombe argentino , por que como el termino lo dice (argentino) significa que es de todos.
Y para cerrar les dejo una frase que siempre utilizamos en nuestra comunidad: "el candombe afroargentino somos todas y todos ".
Agradezco por el espacio que nos otorgan.