miércoles, 28 de enero de 2009

Candombe Ceremonia del Fuego

Leyendo algunos trabajos sobre candombe (re)encontré estos testimonios que merecen mayor difusión. Los dos primeros son extractos de entrevistas realizadas por la antropóloga argentina Laura López a migrantes afrouruguayos en Buenos Aires. El tercero es de una que realicé yo hace ya varios años a uno de los uruguayos que, a fines de la década de 1980, bregó por la difusión del candombe en nuestra ciudad .
No es que quienes practiquen candombe (montevideano) actualmente en Buenos Aires no sepan lo que aquí se dice –de hecho, varias de las nuevas comparsas se esfuerzan por mantener el templado con fuego, pese a los problemas que esto acarrea- pero siempre es bueno saber cómo visualizan las cosas quienes lo han practicado durante más tiempo…
A través de los distintos testimonios se evidencia una preocupación similar en enfatizar que el hecho cultural del candombe va más allá de la mera destreza percusiva y que la correcta ejecución del templado con fuego es parte ineludible del mismo.

Laura López le pregunta a un afrouruguayo que pertenece a la primera generación que trajo el candombe montevideano cuándo empezó a tocar:
“Yo nací en Palermo… en el mejor barrio del mundo. Y ahí aprendí el toque de candombe, de oír, de ver a todos esos grandes maestros… Y ya salía a tocar… aprendés a tocar desde colocar el bollito de papel en el fuego. El negro veterano te daba el palo para que tocaras nada más, para que abrieras el papel, porque no te dejaba tocar la lonja, el tambor, era una ceremonia. Hoy a los 50 y pico digo: era una ceremonia impagable, ver esas fogatas, esos tambores, esos monstruos grandotes –¿decir que vos vas a llegar a ellos? no!-… Esos tipos que te daban nada más el palito para que vos abrieras el palo y el tambor se templaba… Qué ceremonia! Aprendés a tocar el tambor … no se aprende a tocar el tambor por tocarlo, se aprende en la ceremonia de sentir qué es un tambor, qué es el candombe. Y bueno, cuando agarras el parche ya vas.. porque nadie te da un parche si no lo sabés tocar.. Pero lo aprendés de ahí, lo aprendes a amar al candombe –o al tambor- de esa manera. sí que puedo decir que empecé a tocar cuando empecé a tirar mi primer bollito de papel al fuego….”

Un afrouruguayo de más de cuarenta años, perteneciente a la segunda generación de migrantes candomberos en nuestra ciudad, le relata a L. L. una intervención en el taller de candombe de un (buen) amigo suyo:
“En un momento le pregunto: “ ¿Qué opinás sobre la desaparición del fuego, porque los chicos nuevos prácticamente no lo asocian con el candombe?”.
El me dice: “lo que pasa es que el parche de plástico es más práctico, porque hoy ya estamos en el 2000 y pico y de repente tenés que tocar en un tercer piso..”
Y yo le digo: “está bien, está bien, hay que tocar en un tercer piso, hay que hacer un laburo, eso está perfecto, pero yo hablo de candombe, ¿qué opinas de que estos chicos no asocian el fuego con el candombe?… Vos tenés que laburar, te contrataron para hacer un show, vas al tercer piso, está perfecto, sos un músico, yo también lo puedo hacer, pero yo te hablo de candombe…. “
Y el me dice: “yo hablo puramente de ritmo, de técnica…”
Le respondo: “Ah, bueno, entonces no estamos hablando de candombe o sea, de la historia del fundamento del candombe en todo el sentido de la palabra, estamos hablando de ritmo y de técnica y nada mas….”


En una entrevista (a fines de los 80s), un candombero uruguayo me dice:
“En Montevideo (a diferencia de Brasil donde todos usan plástico y tensores) todavía hay que hacer fuego… Para toda la gente va más allá, está mucho en la ceremonia… Se respeta, cada uno está templando su tambor… aquella cabeza, aquella energía en las templadas, sentís aquella energía. Acá ya a veces algunos dejan el tambor al lado del fuego y se sientan en la vereda, y lo dejan que se temple solo... Allá en Montevideo esas mismas personas no se permitirían esas cosas…”
Fotos: Alejandro Frigerio, Llamada del 1/1/2009 en Buenos Aires

Candombe (2)

Comentario de Pablo Cirio:
Hola Alejandro, cómo andás. Muy interesante los relatos en contrapunto acerca del parche cuero/plástico y su respectiva tensión fuego/tornillos, entre ejecutantes de candombe al estilo uruguayo de generaciones diferentes entre sí.
Como músico (¿recordás que toco la gaita gallega?), nos pasó lo mismo en el reemplazo de la caña en las dos lengüetas con la “revolución del plástico” de los ’70 y ’80. Las causas las mismas (complicaciones para afinar, inexperiencia de los novatos, mantenimiento en el tiempo de ejecución una vez afinadas). Las diferencias en la calidad del sonido eran quizá, menos notorias, pero la caña siempre suena mejor y los buenos gaiteros nunca cedieron. Hoy las lengüetas de plástico casi nadie las usa y todo el mundo volvió “a la antigua”, paciencia y calidad mediante.
Mi comentario tiene que ver con la naturalización de ciertos conceptos nativos en nuestro discurso antropológico, que como seres humanos y sensibles a la pasión de lo que estudiamos (que es buena parte de nuestra vida) entiendo que a veces se nos escapan.
Si hacemos en experimento ficcional y situamos tu diálogo digamos, a mitad del siglo XIX, la pregunta tecnológica/simbólica no hubiera sido sobre el uso del plástico -porque no existía- sino por el material del cuerpo del instrumento. Ficcionemos:
Antropólogo: ¿Pero ustedes tocan tambores hechos con barriles usados, que transportaban alimentos?
Nativo: Sí, es más cómodo, no hay que estar cavando troncos, que da mucho trabajo, acá ya te viene la forma hecha, le clavás un cuero y ya está.
Antropólogo: Claro, pero yo te digo por los rituales de construcción de un tambor en tanto comunicación con la naturaleza, el pedir permiso al árbol para talarlo, el manejo del hacha y su simbología religiosa, la comunicación con los ancestros a través de la reverberancia de un objeto natural.
Nativo: Sí, pero esto es más práctico, más barato y da menos trabajo. Si suena igual.
Sabemos que los tambores de candombe del estilo uruguayo y los del estilo porteño hoy se tocan ya no usando barriles (porque la tecnología mercantilista los ha dejado de fabricar, también, valga paradoja, porque son obsoletos, caros y problemáticos, reemplazándolos por plástico o metal) pero si a la usanza de los barriles, con duelas. Ya nadie recuerda en Uruguay cómo sería el toque con tambores enterizos. Acá con la comparsa de Bakongo hicimos la experiencia de fabricar nuestros tambores de tronco -ideales para la marcha- y no sólo la experiencia fue maravillosa, sino que el sonido no tiene nada que ver, y no te digo que empezamos a ver mal después a los de duela, pero por ahí…
Moraleja: la tecnología siempre media entre el músico y el instrumento musical. El músico hecha mano a lo que tiene más cerca, es más barato y es más práctico, y generalmente a expensas de la tradición e incluso, paradójicamente, de la calidad del sonido. Ese es su problema, no el nuestro.
Romantizamos el uso del fuego en el templado porque ellos lo romantizan y depositan carga de sentido existencial en ello, por tanto tiempo que lousaron. Nosotros acusamos recibo. Pero de la revolución tecnológica anterior, el reemplazo del cuerpo enterizo en madera cortada y excavada primero por un barril de aceitunas, yerba (o lo que fuere) y la fabricación de cuerpos con duelas, ya nadie se queja ni se lamenta ni se lo extraña. Digamos que esa revolución fue un éxito y la del parche de plástico a medias.
No quiero extenderme más, porque es un blog, seguimos en el debate.
Atte. Pablo Cirio.

Candombe (3)

Comentario de Alejandro Frigerio:
En realidad lo que me habia llamado la atención de los testimonios, sobre todo del primero, y me pareció que los otros dos lo reconfirmaban -de manera algo mas oblicua- no era el tema de la bondad de una “tecnología” tradicional sobre otra “moderna”, sino el énfasis en el candombe y el templado como algo que va mas allá de la mera técnica. En que el aprendizaje del candombe era un hecho cultural y no “meramente” musical; que comienza desde que uno participa desde niño tirando bollitos al fuego. Con estas selecciones de testimonios (arbitrarias, justo estaba leyendo trabajos al respecto y me llamó la atención la coincidencia) quería llamar la atención hacia el aprendizaje y la socialización dentro de determinados valores e identidades como un proceso que va más allá de lo estrictamente musical (tocar un instrumento, esté hecho de lo que fuere) y que tiene que ver con lo comunitario, con que el antes y el después es tan importante como el toque. Todo el “antes” (la participación comunitaria durante el templado, hasta la concentración en lo que se va a hacer, como sugiere el tercer testimonio) se pierde si es sólo llegar y tocar.
Los testimonios para mí resuenan contra el trasfondo de lo argumentado en la tesis de maestría en la UnB de Luis Ferreira (demasiado larga para citar y que precisaría ser publicada, ya!) que muestra bien como en Montevideo –para el caso de los afrouruguayos, al menos- aprender a ser tamborero no significa sólo aprender a ser un músico sino también aprender a ser hombre y parte de una determinada comunidad. Aprendiendo a tocar el tambor uno aprende a ser hombre y afrouruguayo (y de un determinado barrio) -poniendo sus argumentos algo más sofisticados de una manera sencilla. De ahí el énfasis en las fotos en la presencia de los niños durante el templado.
Está claro que acá en Buenos Aires hay un divorcio entre aprender una habilidad musical y la construcción de identidades de género y étnicas. Sin embargo veo también que hay grupos nuevos que aprecian concientemente el templado como una forma de socialización, de creación de communitas –por más que les traiga problemas con la policía o con quien sea. Sin duda que la socialización que se produce a través de este momento es diferente de la que sucede en los barrios Sur o Palermo. Pero también aquí, a través de este aprendizaje musical entendido de manera más extensa se están redefiniendo identidades (de una manera que todavía debe ser mejor entendida).
La idea de poner esos testimonios no era tanto sugerir que “el tambor suena mejor templado con fuego” sino que (según sugieren los textos) “el templado con fuego crea comunidad, socialización, tiempo compartido antes de tocar”. Lo que quería resaltar (de manera no explícita, no quiero hacer docencia sino aportar materiales que sirvan para pensar, para el rumbo que sea) es que los tensores o el parche de plástico pueden sonar igual, mejor o peor pero sin duda no contribuyen a este proceso porque no precisan el “antes”.
Lo que cambia con distintas formas de aprendizaje (tradicionales vs más académicas) no es tanto lo tecnológico sino (todo) lo que se aprende: en un caso principalmente (sólo) destrezas musicales, en otro también cosas que tienen que ver con el lugar de uno en una comunidad, en una ciudad, en el mundo….. No creo que eso sea romantizar, es nada más que usar la imaginación antropológica para ver que detrás de un tambor y las distintas maneras de ejecutarlo, hay bastante más que un instrumento musical –cosa que como etnomusicólogo sabés bien. Los “nativos” también lo saben y lo remarcan….. muchos de quienes lo están aprendiendo, quizás no…. Para los que sí, quizás les pueda servir para reforzar sus convicciones.
Sin esencializar, sí pienso que hay distintos niveles de profundidad simbólica en los elementos culturales: no es lo mismo un parche de plástico que no es más que algo que sirve para tocar de determinada manera que, por ejemplo, uno de cuero que debe ser “alimentado” o sacralizado con sangre para que, como en el caso de los batá cubanos, posean aña y puedan, efectivamente, llamar a los orichas. El tambor del candombe, sin ser religioso, está sin duda cargado de una fuerte sacralidad –por los múltiples significados que quienes lo emplean le atribuyen y que como símbolo, condensa. Si pasa a ser sólo otro elemento percusivo en una tienda de música, bueno, sí veo eso como una pérdida….
Habiendo realizado este apelo a la imaginación antropológíca –de la que no me puedo librar- aclaro, sin embargo que no intento hacer “antropología” con el blog, para eso están mis publicaciones académicas. Acá opino como un entusiasta, por más que, claro, no me puedo sacar el antropólogo de adentro. Como entusiasta, opino, critico, pongo fotos y testimonios de un espectro de opinión o de otro. No pretendo ser coherente. A veces puedo ser más tradicionalista, a veces no. La idea es poner datos y argumentos allá afuera que puedan ayudar a comprender mejor la variedad, riqueza y profundidad de la(s) cultura(s) afroamericana(s).

Candombe (4)


Comentario (2) de Pablo Cirio:
No quiero abusar de la generosidad que da el participar en un blog, pero repensando lo que dije a la luz de tu respuesta, Alejandro, lo que veo es que me salió el (Marvin) Harris que todos los antropólogos llevamos dentro. Aunque no sea santo de mi devoción al realizar análisis, pues prescinde de toda explicación de corte simbólica (mis preferidas), creo que aquí sí es aplicable pues el caso planteado crea en los nativos un dilema costo/beneficio que se opera, justamente, a expensas de lo simbólico y el espacio de communitas que genera. Con el ejemplo ficcional que di pretendí problematizar otro dilema pasado, y de cuya resolución ganó la comodidad tecnológica (emplear barricas usadas) por sobre la simbólica (tocar con tambores hechos a mano ahuecando troncos), y el candombe rioplatense siguió andando. Ni ellos ni los antropólogos se preocupan ya.
No es por porfiarte, pero después de todo la sesión de calentamiento de tambores es un medio, no un fin, o sea que siempre hay un algo más, esto es, un compartir social a través de una práctica musical. Esa es la meta, lo anterior, contexto creado ad hoc ante una necesidad puntual.
Atte. Pablo Cirio.

Candombe (5)

Comentario (2) de Alejandro Frigerio:
Pablo: Claro que esperaba una respuesta tuya!. Pongo los comentarios en el cuerpo del blog porque supongo que como hay muchos candomberos el debate puede (espero) interesar. Es cierto que las formas culturales cambian y un cierto número de años después, a nadie le importa demasiado, salvo a los antiguos practicantes que puedan sobrevivir. Sin embargo, como suelo decir, no hay que descuidar las variables de raza y clase que intervienen y que suelen llevar los cambios en una dirección determinada -a la imposición de algunos saberes y racionalidades sobre otros/as-. Las relaciones de poder asimétricas entre los grupos hacen que la posibilidad de elecciones, ya sea entre lo "técnico" y lo "simbólico", entre lo propio y lo ajeno, entre mostrar y ocultar, no sean inocentes ni tan autónomas. Fue probablemente una serie de este tipo de decisiones lo que llevó a la casi desaparición del candombe argentino.
En tu ejemplo, no sabemos si los “nativos” coincidían con la explicación “densa” del antropólogo. En el mío, son ellos los que enfatizan la importancia extra-musical del templado -análisis profundo de Ferreira aparte. Me parece por lo tanto importante rescatar la visión “tradicionalista”, que por otro lado también es reivindicada por varios de los practicantes nuevos. Para muchos ya no hay una disyuntiva tan drástica entre parche de plástico o de cuero (usan cuero, directamente) o la arreglan con cuero-tensores y templado (una interesante salida por arriba del laberinto). Templan como un compromiso conciente y expreso -por más que les trae problemas con quienes controlan el espacio público, prefieren pagar ese costo extra. Pero muchos también tienen los tensores por si se hace imposible templar.
El caso del candombe me parece sumamente interesante porque si bien para mí no hay religión, sí hay un sagrado secular que se está expresando de manera muy fuerte, dada la densidad/intensidad simbólica investida en los tambores. El tambor es, actualmente, el símbolo condensador de la cultura y la identidad afrouruguaya. Quizás no siempre fue así -a lo mejor antes había más elementos que pudieran cumplir esta función- pero en nuestros días tomó este rol preponderante y por eso las eternas discusiones y peleas (frecuentemente físicas) sobre cómo tocar y cómo hacer las cosas correctamente.
Me gustaron los testimonios porque creo que evidencian justamente una idea diferente sobre la relación medios-fines. En la visión de los practicantes, el templado sí parece ser un fin en sí mismo, ya que de lo contrario no tenemos candombe –como hecho cultural total- tendríamos apenas música.
Tomando una perspectiva más abarcativa, tanto el antes como el durante como el después son todos medios a los fines de la creación de identidades étnico-raciales y de género. Esto es una manera antropológica de ponerlo, pero me parece que este es el big picture al que apuntan o hacen referencia, implícitamente, los practicantes cuando hablan del fundamento del candombe.
Claro que este es un análisis de entusiasta, inspirado en parte por la lectura (no sé que tan fiel) del trabajo de Luis Ferreira. Tampoco hice tanto trabajo de campo con estos aspectos del candombe como para afirmar algo taxativamente. Pero con que se hayan movido algunas neuronas con este pequeño debate me doy por satisfecho….