lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre el candombe porteño en La Nación (4)

Comentario (2) de Pablo Cirio:
El candombe porteño: las cosas por su nombre
Agradeciendo la paciencia de Alejandro por este “a dos voces” en su blog (esta será mi última intervención en el tema), me permito contestarte lo más brevemente posible centrándome en tu frase “Sobre las rivalidades [entre uruguayos y argentinos respecto a sus candombes], creo entender perfectamente la voluntad de Pablo (y la periodista) al señalar la existencia de una forma del candombe local, voluntad que comparto plenamente” y cómo empleás el concepto “afrorioplatense”.
Para mi gusto, y como se dice ahora ante casi cualquier frase, “con todo respeto”, me parece que hay mucha teoría y poco trabajo práctico. Más allá de que conozcas o no la teoría de música y te simpatice o no medir tambores, evidentemente desconocés el discurso nativo de los que se autodenominan afroporteños y que practican una música que denominan candombe argentino o sus derivados, como dije. No fue, precisamente, ni mi voluntad ni la de la periodista señalar la existencia de un candombe local, sino la voluntad de los propios actores sociales: ahora ellos son los que tienen la palabra. Se habló mucho de ellos, por ellos, a pesar de ellos, en contra de ellos, a favor de ellos, pero ahora hablaron ellos: a su música la llaman así, cualquier otra denominación es falsa.
Su argumentación: más allá de que su colectivo preceda a la nación argentina y puedan ocasionalmente subsumirse en categorías transnacionales como afroamericanos, muy orgullosamente se definen argentinos y su candombe quieren que se lo llame igual. Su prueba: tanto a nivel sonoro como danzario el candombe de cada orilla del Plata es diferente (no distinto): se toca y se baila de maneras particulares, su simbolismo es diferente, su historia es diferente y su marco de lucha es diferente.
Yendo a lo más práctico: ningún tamborero afroargentino podría tocar en una cuerda uruguaya y viceversa: son lenguajes sonoros diferentes y sólo comparten parte del nombre (candombe) y una parte de su historia (el período de la esclavitud). Casi doscientos años a esta parte en la Argentina y un poco menos en Uruguay, sus identidades nacionales nacieron, crecieron y existen, por lo que tampoco se las pueden ignorar. En este marco, unir no es un sinónimo natural de “vamos a estar mejor” y llamar a las cosas por su nombre “este candombe es mío”, “este candombe es extranjero” es, creo, la manera más eficiente de dar cuenta de una realidad desde la visión de sus cultores.
El desconocimiento de la práctica del candombe porteño en Uruguay, que te comentaba ha llevado a no pocos fanáticos del paisito a ponerle precio a mi cabeza, tuvo ribetes rayanos en lo absurdo: además de acusarme de robarles “su” candombe, me tildaron de “inventor del candombe argentino” (vaya negocio, lo hubiera patentado!!) y de querer llamar al candombe en su versión montevideana (candombe a secas, para los desinformados) que se practica en la Argentina, candombe argentino. Nada más lejos de la realidad. Y para la realidad, como dije en mi otra intervención, la gente de carne y hueso.
Por si quizá no quedó claro cuando hablo de cepas, el único colectivo negro con el que trabajo son los descendientes de los negroafricanos traídos a lo que hoy es nuestro país en el marco del comercio esclavista. Ellos hoy se autodenominan, básicamente, afrodescendientes, afroargentinos, afroporteños, morenos o, simplemente, afros. Para diferenciarse de otros agregados negros del país, como los inmigrantes caboverdianos llegados desde comienzos del siglo XX, también emplean los apelativos “los históricos” y “afrodescendientes del tronco colonial”. Ni pureza ni contaminación: las cosas por su nombre.
Los afroporteños con los que comparto mi investigación advierten que cualquier otra denominación que no contenga la palabra argentino para ellos y sus prácticas, constituye una nueva manera de invisibilización e incluso de extranjerización: no son rioplatenses, son de acá. En musicología tuve y tengo bastantes debates sobre la implementación de la categoría “música afroargentina” para con lo que estudio: unos me dicen “no, es música popular”, “no, es música urbana”, “no, es música folclórica”, “no, es música afrorioplatense”. Para mí, nuevas maneras de no querer hacernos cargo de nuestra tercera raíz. En ese sentido, concuerdo plenamente con mis amigos-informantes y me sumo a llamar a las cosas como ellos quieren llamarlas, por su nombre. Y para cerrar y pasar a otro tema, una antigua cuarteta candombera afroporteña vigente:
Venimos a cantar
un ritmo sin igual,
candombe nacional
que a todos va a gustar.


La Nación, quién te ha visto y quién te ve
El 31 de enero de 1987, el diario La Nación publicó una nota titulada “Proyecto para comedia negra”, anónima en la que las hermanas Carmen y Susana Platero, afroargentinas del tronco colonial, daban cuenta de su agrupación recientemente fundada, el teatro-escuela La Comedia Negra de Buenos Aires, cuyo objetivo era -es- por decirlo brevemente, revalorizar la cultura afroargentina.
En la nota explican que interesaron de su propuesta al por entonces Secretario de Cultura Provincial, el Dr. Félix Luna, a fin de conseguir la financiación necesaria.
Días más tarde salió publicado en el mismo diario y con el título “Comedia Negra en Buenos Aires” (sic), un artículo también anónimo en el que se recenciona la noticia y se explica que si bien la población argentina, especialmente la de la ciudad de Buenos Aires, acusa muy diversos orígenes culturales y raciales (sic), “sin subestimar el valor de la iniciativa y de los aportes culturales que la raza negra trajo al país, deberá evitarse caer en artificios carentes de asidero en nuestra realidad histórica y actual, habida cuenta de que, por muchos motivos bien estudiados por los especialistas, no es la Argentina uno de los ámbitos latinoamericanos donde hayan quedado los mayores rastros de la cultura negra”.
Veintidós años más tarde, La Nación, uno de los diarios más conservadores porteños, necesitó de los irrelevantes afroporteños para hacer una nota y darse lustre de que está actualizado en un conveniente marco transnacional en el que el “efecto Obama” marca nuevas líneas de valores a estimar.
Si a enemigo que huye puente de oro, a enemigo que deja se serlo se le dirige la palabra. La nota que la Comparsa Negros Argentinos de la Asociación Misibamba. Comunidad Afroargentina de Buenos Aires (de la que formo parte) concedió a La Nación del 12 de febrero de 2009 es la respuesta.
Atte. Pablo Cirio
pcirio@fibertel.com.ar

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