martes, 1 de enero de 2008

Compadre en tiempos difíciles (I)

(Texto que aparecerá en el libro "Dueños de la encrucijada: estéticas del culto a Exú y Pomba Gira en el Rio de La Plata" editado por Juan Batalla y Dany Barreto para la Colección Arte Brujo)
Agradezco al pai Alfredo de Ogun y a su Exú Tranca Ruas das Almas por la paciencia, por su eterna buena voluntad, y por la intensidad de las Kimbandas que bajo su dirección se realizan.

“Claro, Exú solo podía ser el diablo”, pensé, en medio de una humareda en el amplio salón -algo bajo el nivel del piso- de un templo afroumbandista capitalino. El humo de los habanos de los exus y de los cigarrillos de las pombagiras (cincuenta? sesenta? setenta?) que habían llegado para homenajear al Exu (del) dueño de casa en su cumpleaños flotaba denso en el ambiente. Junto con las luces rojas que trabajosamente iluminaban la fiesta, el batir de los tambores, las canciones coreadas al unísono por decenas de gargantes rasposas interrumpidas o acompañadas por alguna carcajada masculina o femenina y las decenas de cuerpos danzantes y sudorosos, con largas polleras o capas rojas y negras, configuraban una atmosfera digna de un cuadro de Toulousse Lautrec, como solía decir mi colega y amigo Norton Corrêa de algunas ceremonias de Kimbanda en Porto Alegre.

Este imperio exacerbado de los sentidos dentro de un ámbito religioso no encajaba, decididamente, en la experiencia católica de lo numinoso. En ésta no hay lugar para los tambores, el baile y el canto y mucho menos para el alcohol y los cigarrillos, las lujosas vestimentas rojas y negras o blancas y negras, las capelinas, las blusas escotadas o las faldas con algunos tajos atrevidos. Aún las carcajadas de los centenares de creyentes pentecostales borrachos en el Espiritu (Santo) que solía convocar y producir el pastor evangélico Claudio Freidzon a inicios de la década de 1990 en el estadio de Obras Sanitarias -que ampliaron el espectro de la experiencia religiosa cristiana, pero que a su vez le trajeron muchas criticas acerca de “si este fenómeno podía” efectivamente “venir de Dios”- eran y sonaban distintas a la de los compadres y las señoras que me rodeaban. Unas eran inocentes, inesperadas, quizás alegres; las otras experimentadas, antiguas, sin duda irónicas: de ojos que han visto demasiado y ya no se impresionan ni se ilusionan con nada. Carcajadas de quienes ya han vivido una o varias vidas y que tienen piedad de los humanos que llegan preocupados por sus pequeños problemas terrenales. Yo ya pasé por todo esto - no te creas, nada es tan importante ni tan terrible.

Según los resabios de cosmovisión espiritista aún presente en la Umbanda y en la Kimbanda, la cercanía de estos espíritus desencarnados al plano material de los humanos es evidente en su gusto por bebidas y tabaco de distinto tipo, en su apego por la ropa elegante, capas, sombreros y capelinas. Esta proximidad se aprecia también en su desempeño festivo y sensual. En el placer con que puxan (comienzan a cantar) los canciones que les son suyas, que cuentan su historia o los describen; en los gestos de las manos que señalan al tambor y a los danzantes mientras cantan; en la danza desenfrenada y gozosa que emprenden solos, en grupos de espíritus afines o como el pulsante corazón de un cuerpo colectivo. Escenas todas que parecen salidas de alguna mega-roda de samba carioca a la que los presentes nunca asistieron.


Este placer y esta corporalidad exacerbada también los acerca, pero ahora por vía de la imaginación católica, al Angel Caído. Idea que a algunos –pocos- de los practicantes puede no resultarles extraña ya que no se eliminan patrones cognitivos ni habitus corporales de la religión en la que se creció, aún después de varios años de práctica de otra. Mas allá de los tridentes que adornan sus pontos riscados (dibujos identificatorios), de los cuernitos de sus imágenes, de algunas manos en garra en las primeras etapas del trance, es sin duda esta corporalidad, esta sensualidad, esta cercanía de los espíritus con el mundo material de sus devotos lo que explica, creo, su inevitable asociación con el diablo católico. Cercanía a, pero sobre todo gozo de, el plano material. No hay aquí solamente una cuestión ética relativa a distintas ideas acerca del bien y del mal; hay, sobre todo, visiones distintas de la relación entre el espíritu y la carne. La ecuación parecería ser: espiritualidad con corporalidad (peor aún, con gozo y sensualidad) sólo puede provenir del demonio. Es hora de aceptar que la carne, en la visión católica, está hecha para sufrir, y no para ser gozada. Nunca mejor demostrado que en la apreciación eclesial por la visión melgibsoniana de La Pasión, una prolongada orgía, no sexual como se imagina a las diabólicas, sino de sangre. De sangre humana y divina. De martirio y no de sexo. La carne que sufre es virtuosa, es santificada; la carne que goza es pecadora, es demoníaca.


1 comentario:

Anónimo dijo...

hol vivo en barcelona españa y me gustaria saber si a qui o en los alrededore hay unterreio d pompagira pa poder asistir me encantaria llebarls graias counicate con migo
laroie exu mojuba a los pies de pompagira
mi orreo es

maestra_27@hotmail.com

gracias